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Una y otra vez

01 de Agosto de 2014

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Francisco Bernate Ochoa

Coordinador del Área de Derecho Penal de la Universidad del Rosario

Twitter: @fbernate

 

Mucho se critica que, en nuestro medio, las decisiones judiciales no parecieran tener un punto límite, un punto final. Por el contrario, como lo demostró la cruzada jurídica llevada a cabo por el Alcalde de Bogotá, frente a cualquier decisión existe un sinnúmero de posibilidades legales para seguirla cuestionando una y otra vez.

 

 

La situación en materia penal, a nuestro parecer, es aún más grave, pues estando frente a un  bien tan preciado como la libertad personal, resulta que hoy, en nuestro país, es posible acudir cuantas veces se considere necesario ante un juez para realizarle una solicitud, sin importar que la misma haya sido despachada de manera desfavorable en ocasiones anteriores. El principio de cosa juzgada, entre nosotros, es cosa del pasado; acá todo se puede pedir, sin importar que lo nieguen una y otra vez.

 

El denominado proceso de las “chuzadas”, cuyos puntos específicos desconozco, y mal haríamos en referirnos a un asunto que desconocemos, nos ha demostrado lo mal que estamos en materia de garantías judiciales y cómo no hay nada escrito y todos los escenarios pueden cambiar. Acá nadie tiene derecho a estar tranquilo. Inocente o culpable, el proceso penal no solo hay que padecerlo, hay que sufrirlo.

 

Dentro de este mismo proceso, la Fiscalía General de la Nación solicitó que uno de los procesados fuese detenido preventivamente, en audiencia ante un juez de la República, mismo que entendió que la medida no era necesaria. Inmediatamente, las víctimas del proceso solicitaron, ante otro magistrado, la misma medida, y en vez de respetarse una decisión anterior, se decidió enviarlo a prisión. Lo que antes era innecesario, ahora sí resultaba indispensable.

 

Posteriormente, la Fiscalía, en un hecho sin precedentes, solicitó privar a otra ciudadana de su estatus de colombiana, al negarle su medio de identificación personal. Como es apenas natural, esta petición fue negada por un juez de la República.

 

Más se tardaron las partes en asumir esta petición, que la Fiscalía en volverla a solicitar ante otro juez, que esta vez sí la concedió. Luego, se solicitó la extradición de esta misma ciudadana ante la República de Panamá, Estado que la negó. Ante esta situación, Colombia, creyendo que todos los países del planeta operan con el mismo folclorismo judicial que nosotros, la volvió a solicitar, encontrando en la hermana república un país serio que sostuvo que ya se había pronunciado al respecto, y que las cosas se deciden en una sola ocasión, y no había lugar a discutirlas una y otra vez.

 

Este proceso nos demuestra lo que nosotros, como ciudadanos, tenemos que padecer y lo necesario de realizar una reforma estructural a la manera en que opera nuestra justicia. Entre nosotros, todas las decisiones son atacables, todo se puede cuestionar, todo se puede dilatar, no hay jamás la sensación de estar pisando tierra firme, para poder planificar nuestro comportamiento a partir de ello.

 

No, en Colombia, justo cuando se cree estar llegando a puerto firme, encontramos la manera de retornar a las aguas donde aún nada se ha definido y todo puede ser para cualquiera.

 

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