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Actualizado hace 3 hours | ISSN: 2805-6396

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Reflexiones


Una solución real para la educación

14 de Febrero de 2014

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Jorge Orlando Melo

Jorge Orlando Melo

www.jorgeorlandomelo.com

 

 

 

 

 

Desde la independencia, nuestros dirigentes han repetido que la educación es el mejor camino para tener buenos ciudadanos y trabajadores productivos. Lo dijo en 1810 José Ignacio de Pombo; “las fábricas que nos hacen falta, las que remediarán todos nuestros males, y las que nos proporcionarán la industria que deseamos, son fábricas de sabiduría...”, es decir buenas escuelas.

 

Ahora los exámenes de PISA muestran lo lejos que estamos de alcanzar ese sueño. La falla, parece, está en la calidad de los docentes. Desde que se hacen los exámenes del ICFES para bachilleres, desde 1979, se vio que las licenciaturas de educación atraían sobre todo a estudiantes flojos. Era como si el país escogiera cada año los jóvenes de niveles más bajos para encargarles formar a la siguiente generación. El resultado era previsible: una educación mala en la mayoría de los colegios.

 

¿Por qué la enseñanza no atrae a los bachilleres buenos? Los sueldos mediocres, la mala imagen social del magisterio son posibles causas. No es fácil precisarlo, ni encontrar soluciones. Desde hace años se propuso dar becas a los bachilleres de alto puntaje que entren a carreras de educación. En el 2012, el Icetex anunció 2.000 préstamos condonables de matrícula cada año a los bachilleres de estratos bajos que estuvieran en el 20 % más alto del examen, pero no sabemos qué ha pasado. En el 2013 el requisito bajó al 30 % más alto, como si faltaran candidatos.

 

Ahora, el sólido estudio Tras la excelencia docente, patrocinado por Compartir, propone muchas y mejores becas, y una estrategia integral para elevar la calidad de la docencia en las escuelas oficiales, las de peores resultados. Para ello recomienda mejorar las facultades de educación, subir el salario promedio y los pagos por resultados a los maestros, hacer campañas de imagen, evaluar mejor el trabajo de los docentes y darles más oportunidades de formación durante su carrera.

 

Varias sugerencias me parecen discutibles, y la evidencia para sustentarlas no es del todo convincente. Subir salarios es bueno, pero no para lo que se propone: atraer jóvenes de alto nivel a la carrera docente. Los estudiantes de 17 años no miran el ingreso promedio de las profesiones, y subir el de los maestros al nivel de otras no se va a notar. Lo que atrae en ciertas carreras es el ingreso alto de unos pocos, y lo que cobran los profesores está en un rango muy estrecho.

 

Tratar de mejorar las escuelas de educación, los cursos para maestros, y evaluar con más rigor, es lo que se ha buscado desde hace décadas, sin resultados claros. En lo que menos creo es en las facultades de educación: si hay más dinero para ellas, aumentará la capacidad de escribir proyectos para pedirlo, pero no me hago ilusiones sobre cambios reales en la calidad. Y los intentos para evaluar mejor los programas de formación difícilmente dejarán de ser formalistas y burocráticos. La verdadera reforma, la imposible, sería graduar a casi todos los maestros en las ciencias pertinentes en otras facultades y encargar a las de educación de unos pocos cursos de pedagogía.

 

Considerando cuán difícil es lograr un apoyo amplio para la propuesta completa, y el impacto incierto de algunas de sus partes, puede ser preferible, siguiendo la opinión de Albert Hirschman contra los planes integrales, escoger una política central y tratar de aplicar las demás poco a poco.

 

La idea central y de mayor impacto es el ambicioso plan de becas. Unas 60.000 becas de 15 millones de pesos anuales (matrícula, y hasta 10 salarios mínimos al año) costarían, calculo, menos de 900.000 millones de pesos y llevarían a que se graduaran unos 12.000 de ellos cada año. Y esos buenos estudiantes en las universidades, y esos graduados en los colegios, pueden ser la levadura que lleve, en el largo plazo, a una educación de calidad en Colombia.

 

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