Al Margen
Un ‘man’ tenido
06 de Agosto de 2012
Los bautizaron como la “Generación ni-ni”: ni estudian ni trabajan. Sumados son el 54 % de los españoles entre los 18 y los 34 años de edad. No tienen rumbo. Carecen de expectativas de vida. No hay proyecto que les interese. Viven sin preocupaciones, cual huéspedes, disfrutando de las cada vez más escasas comodidades del hotel mamá.
Pero la crisis económica que golpea a las familias del país ibérico ya les está pasando la cuenta de cobro. Hace unos días, la Audiencia Provincial de Málaga ratificó una sentencia en la que un juez decretó que los padres de un hombre de 26 años no están obligados a mantenerlo.
Según el fallo, cuando un vástago de esta edad (un “guaimarón”, como dirían los abuelos) muestra “desidia y falta de aplicación en sus estudios”, los progenitores no tienen el deber de hacerse cargo de su manutención.
En el caso analizado, J. M. J. A., como identifica el tribunal español al protagonista de la historia, solo había aprobado tres cursos de su carrera de Derecho, a pesar de haberse matriculado desde el 2007. El hombre, en su defensa, argumentaba que el retraso se debía a que sus padres no pudieron seguir pagándole sus gastos de carrera.
Sin embargo, los jueces lograron comprobar que, pese a no estar trabajando, el veinteañero, ya próximo a los 30, tenía conocimientos y habilidades como inversionista, que incluso le habían significado ganancias en la bolsa. En últimas, que ya estaba suficientemente grandecito como para valerse por sí mismo y pagarse sus estudios.
Pero ahí no para el asunto. No contento con exigirles dinero, el acomodado “estudiante” había agredido física y verbalmente a sus padres, deteriorando profundamente la armonía familiar. Según se pudo establecer en un interrogatorio a su madre y a su hermano, el afecto entre padres e hijo era inexistente, y la convivencia se desarrollaba “en un clima de tensión y de conflictividad impropio de cualquier relación parental”.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, los jueces negaron la pensión de 400 euros que el joven reclamaba para poder concluir su carrera universitaria, y confirmaron la orden de abandonar el domicilio familiar impuesta por el juez de primera instancia.
Al desfachatado hijo no le quedó más remedio que empacar sus cosas, guardarlas en el baúl del carro que sus padres le compraron y dejar el hogar. Con todo, los jueces le concedieron un subsidio de 200 euros mensuales, que los ofendidos progenitores deberán consignarle en la cuenta que designe.
¿A qué se deben situaciones como esta? Según Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla, “el modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto vital de futuro y un destino final conocido, con sus esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido”. Hoy, agrega, no es seguro que la dedicación, el compromiso, el estudio o el título tengan una compensación laboral y social.
Según explicó Bericat al diario El País, el pacto implícito en el que el Estado debe sufragar la educación, y la familia responde por la manutención, el alojamiento y el ocio, les hace creer a los jóvenes que pueden postergar sus responsabilidades.
De ahí que, por lo general, la emancipación de los españoles se dé bordeando los 30 años. Claro, si no es que antes, como en el caso fallado por la Audiencia Provincial de Málaga, los padres acuden a la justicia para obligar a salir al “bon-bril”.
(Fuente: El País)
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