Curiosidades Y...
Un bachillerato siglo XXI
25 de Octubre de 2013
Antonio Vélez |
“La mayor idiotez es aprender algo que se ha de olvidar”
Erasmo de Rotterdam
Ya se habló en esta columna del envejecimiento que se observa en el programa de estudios del bachillerato colombiano. Un diseño heredado de principios del siglo XX, periodo en que, por escasez de profesionales, los bachilleres solían ocupar cargos importantes. Por eso el bachiller necesitaba saber un poquito de todo. Pero el mundo ha cambiado, y exige cambios drásticos en los currículos.
Uno de los mayores defectos del bachillerato es el inmenso volumen de temas tratados, temas irrelevantes y anacrónicos, sumados a una metodología de enseñanza divorciada por completo de los recursos didácticos ofrecidos en el mundo moderno. Comencemos por decir que es necesario introducir al estudiante en la lectura, pero con un material apropiado a su edad, a su madurez intelectual. Nada de clásicos, pues resultan aburridos para mentes inmaduras. Y así como hay laboratorio para las ciencias, debe haber uno permanente de escritura, un taller donde los estudiantes se vean obligados a presentar por escrito textos breves, para así no obligar a los padres a realizar las tareas de sus hijos. Allí se enseñarían la gramática, la corrección de estilo y las demás reglas de la buena escritura.
Conviene introducir en el currículo un curso orientado a aprender a pensar. Problemas variados, no necesariamente matemáticos, señalando los caminos más utilizados para llegar a la solución. Un esfuerzo dirigido a desarrollar la mente: aprender a pensar, a razonar, a desarrollar la inteligencia, aprender a aprender. Como parte de lo anterior, podría programarse un espacio para la discusión, para aprender a argumentar, para aprender en vivo el significado del rigor y a reconocer los falsos razonamientos, para ejercitar allí la claridad y la precisión en el manejo de las ideas. Este debe ser un capítulo importante del curso de filosofía.
La historia del hombre a la que nos acostumbraron los historiadores está bien sesgada: un despliegue exagerado de los que han manejado el poder, en detrimento de aquellos a quienes debemos los aportes culturales. Pareciera que para los historiadores los únicos personajes importantes han sido los gobernantes y militares, aun aquellos que en su paso por la tierra solo dejaron ruina y dolor. Se olvidan imperdonablemente de los grandes creadores en el campo científico y tecnológico.
En los cursos de ciencia, el trabajo en los laboratorios es fundamental. El estudiante debe experimentar: hacer y pensar sobre lo estudiado en el aula. La ciencia de tablero y exposición verbal aburre, y ello deriva en tedio, rechazo y olvido. La biología, por ejemplo, debe estudiarse en vivo, usar el microscopio: el ADN, la célula, los tejidos… La teoría de la evolución tiene que ser un tema central. Y aunque suene atravesado, sería importante que los bachilleres recibiesen un curso corto y práctico de primeros auxilios.
La física debe enseñarse de manera mixta: una mitad en el aula y la otra en el laboratorio; y es obligatorio reducir a un mínimo los cálculos; dejárselos a los ingenieros. En química debe primar lo cualitativo sobre lo cuantitativo, e insistir en los conceptos y en la experimentación. Fuera del laboratorio, la química de bachillerato tiene poco sentido. Adicionalmente, podría completarse el estudio de la ciencia con un cursillo de creatividad.
Las matemáticas enseñadas ahora corresponden a la época en que los cálculos representaban enormes dificultades por falta de las herramientas electrónicas. El objetivo central debe, entonces, centrarse en proporcionar al futuro profesional esas herramientas que son necesarias para enfrentar el gran desafío científico y tecnológico del siglo XXI. No olvidemos que el ciudadano que se está preparando hoy ejercerá mañana en un mundo dominado por los computadores y por el software de alto nivel. Amén.
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