Mirada Global
Tito Livio Caldas y la lucha de las ideas
17 de Agosto de 2016
Daniel Raisbeck
A un gran emprendedor como Tito Livio Caldas (1922-2016) se le debe agradecer principalmente por su capacidad de creación, por hacer realidad su idea inicial, generando riqueza y miles de empleos para los demás en el proceso.
Como escribió el economista Milton Friedman, “la principal responsabilidad social de un empresario es incrementar las ganancias de su empresa” por medio de la libre competencia. Esto es esencialmente cierto, porque el bienestar no proviene del Estado, sino de la libre iniciativa individual.
Tito Livio, sin embargo, le dio mucho más a la sociedad que la gran mayoría de empresarios exitosos, porque entendió muy bien el poder de las ideas como la fuerza que moldea la política.
Como escribió en su libro Experiencias y reflexiones de vida, aun con el Muro de Berlín en ruinas, “en nuestro medio, todas las revistas académicas de pensamiento político marchaban al anticuado compás de ideas izquierdistas que, en la realidad del mundo, habían mostrado su irracionalidad, su incapacidad e incluso su crueldad”.
Cuando las ideas estatistas dominan la academia y, más allá, la cultura, solo es cuestión de tiempo hasta que reinen también sobre la política. Por ende, era indispensable impulsar la causa de las libertades económicas y civiles no desde los partidos de “empobrecidos programas” y nebulosos principios, sino desde el ámbito de las ideas.
Tito Livio decidió crear no solo la prestigiosa revista Ciencia Política, la cual contó con Mario Vargas Llosa, entre otros, como miembro de su consejo editorial, sino también dos centros de pensamiento (think tanks), el Instituto de Ciencia Política y el Instituto Libertad y Progreso, para “irradiar” en todo momento los principios liberales, las ideas de la libertad, “hacia la sociedad”.
La inspiración para estas organizaciones fue el Institute of Economic Affairs (IEA) de Inglaterra, fundado en 1955 por el empresario Antony Fisher. Como bien relata Tito Livio en sus memorias, la meta inicial de Fisher era ingresar a la política para frenar el peligroso avance de Gran Bretaña hacia el camino a la servidumbre, ya que, cada día, el Estado ejercía más control sobre la economía.
Para Fisher, las libertades civiles eventualmente serían sometidas a los mandatos de un Estado interventor. El libre mercado era esencial para asegurar no solo la libertad económica, sino también la personal.
No obstante, el gran economista liberal Friedrich von Hayek convenció a Fisher de que, en vez de entrar en política, usara su capacidad económica para cambiar la dirección de la opinión pública. Como explica Linda Whetstone, hija de Fisher, en el documental Tory, Tory, Tory de la BBC, este es un proyecto que se cumple a largo plazo al persuadir a los “formadores de opinión” o intelectuales, los “vendedores de segunda mano en el mercado de las ideas”, de las bondades de la libertad.
Al dedicarse a publicar libros, estudios y panfletos, el IEA no logró que su agenda liberal triunfara de manera inmediata. Solo en 1979 fue electo un gobierno - el de Margaret Thatcher-, que aplicaría en gran medida el liberalismo hayekiano, salvando a Reino Unido de la ruina socialista.
Pero es evidente que nunca hubiera surgido lo que Tito Livio llamó “la revolución thatcheriana” si, durante las décadas previas, el IEA no hubiera presentado una meticulosa defensa de las ideas liberales.
Tito Livio intentó lograr lo mismo en Colombia. Su éxito fue considerable, aunque él mismo perdió fe en la capacidad de publicaciones como Ciencia Política o think tanks de libre mercado para cambiar a “nuestra sociedad, que no está del todo preparada para valorar y saber sacar provecho” de las ideas liberales.
Su conclusión fue que AMBITO JURÍDICO, con su “admirable circulación” entre “las personas más importantes de nuestro país”, era el mejor vehículo para promover “las ideas de la libertad y la democracia”.
Yo tuve el gran privilegio de conocer a Tito Livio en el 2012 y de poder empezar a escribir en estas páginas. A quienes nos introdujo a sus círculos liberales y nos brindó la oportunidad de exponer nuestros artículos nos deja no solo gratos recuerdos de conversaciones y tertulias; también cae sobre nosotros la responsabilidad de continuar su noble lucha por la libertad, tanto económica como política, en el decisivo ámbito de las ideas.
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