Al Margen
Ternura en el estrado
06 de Septiembre de 2011
Rosie, una simpática perrita golden retriever, está por estos días en el centro de un debate jurídico en los tribunales de Nueva York (EE UU).
No se trata, como suele ocurrir con estos animales, de un pleito por su custodia en un proceso de divorcio. Ni, mucho menos, de uno de tantos casos de lesiones personales en los que los canes y sus dueños terminan enredados. De hecho, la disputa en la que está inmiscuida Rosie es más procesal que sustancial.
De un tiempo para acá, esta perrita de 11 años, entrenada para ayudar a niños con problemas emocionales, ha estado acompañando en los estrados a menores que han sido víctimas o testigos de delitos, para reconfortarlos y ayudarles a dar testimonio. Una tarea loable para muchos, pero una estrategia procesalmente inconveniente para otros.
En junio, por ejemplo, el testimonio de una menor de 15 años fue determinante para condenar a su padre, acusado de haberla violado. A juicio de la defensa, el alcance de la declaración de la niña no habría sido el mismo, si no hubiera estado acompañada por Rosie, que estuvo infundiéndole ánimo con gestos cariñosos, cuando era interrogada sobre cuestiones incómodas y estresantes.
Ese hecho, explicaron los defensores, influyó injustamente en el jurado, que, conmovido por la escena, le dio crédito al dicho de la menor y declaró culpable al acusado. Según los abogados, cada vez que la niña acariciaba a Rosie, le enviaba inconscientemente al jurado el mensaje de que estaba estresada, porque estaba diciendo la verdad. Eso, en su opinión, “infectó el juicio con tal injusticia”, que violó los derechos constitucionales de su cliente.
La fiscalía, por su parte, alegó que lo único que hizo Rosie fue ayudar a una víctima que sufre de graves trastornos emocionales, y calificó de frívolas las acusaciones de la defensa.
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Pero este no ha sido el único caso en el que la presencia de Rosie en los estrados ha alterado el curso de los juicios. Hace poco, la golden retriever también estuvo compartiendo su tiempo con dos menores de 5 y 11 años que se disponían a declarar contra el asesino de su madre. La defensa prefirió que el acusado se declarara culpable, antes de que los niños, acompañados por Rosie, dieran su testimonio.
La buena noticia para víctimas y testigos es que la costumbre parece estar a favor de la perrita. El juez del caso de violación recordó que en 1994, un tribunal de apelaciones de Nueva York autorizó que un niño diera testimonio acompañado de su osito de peluche. Y en Seattle, se conoció la historia de un hombre con discapacidad que fue asistido por un labrador, que lo ayudó a declarar en un proceso por hurto.
De hecho, la asistencia de perros en los juicios ha sido común en otros lugares de EE UU, como Arizona, Idaho, Indiana y Hawaii.
Así que todo parece indicar que Rosie saldrá bien librada de esta controversia legal, y podrá seguir animando con sus gestos tiernos a los menores que tienen que declarar en los tribunales sobre situaciones por las que nunca debieron haber pasado.
(Fuente: The New York Times)
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