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Actualizado hace 2 hours | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y…


Suicidio prepago

12 de Noviembre de 2012

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Antonio Vélez

Antonio Vélez

 

 

Quizás uno de los casos policiales más inauditos ocurrió recientemente en Colombia: dos sacerdotes pagaron 7.000 euros a una banda de sicarios para que los asesinaran. Sherlock Holmes se habría deleitado con este caso, por su extrañeza y por los secretos y contradicciones que parece contener.

 

Los padres RR y RP decidieron morir de manera novelesca, como Romeo y Julieta. Antes del desenlace visitaron el cañón del Chicamocha: quizás una forma de revivir momentos de su juventud, pues ambos habían nacido por esos lares. Y, demostrando estar muy cuerdos, trasladaron a sus parientes más cercanos todos sus bienes terrenales con el fin de que el fisco no se quedara con ellos. Los humanos siempre pensando en el prójimo, pero bien próximo, que todo quede en casa.

 

Suicidarse es muy fácil, piensa uno. Basta cortarse las venas o ingerir un veneno. Sin embargo, muchos lo piensan y muy pocos lo realizan. Las formas de suicidio son variadas y simples, pero difíciles de enfrentar, salvo que el grado de desesperación del sujeto llegue hasta la locura. Y es que al temor natural a la muerte se suma el de no morir. El tango de Gardel lo dice con sabiduría: “No se mata de cobarde, por temor de no morir”. En un intento frustrado podemos quedar lisiados de por vida y luego, ya disminuidos, no deseamos la muerte.

 

Hay pendiente un asunto: ¿por qué dos jóvenes, creyentes, exitosos en su misión pastoral, deciden morir? El Sherlock Holmes aficionado que todos llevamos por dentro viene en nuestra ayuda, y, también, las declaraciones de los sicarios que apuntan a un homicidio doble, buscado y prepagado, no a un intento de atraco. Además, si no se está pensando seriamente en una muerte próxima, voluntaria, ¿por qué molestarse en trasladar los bienes? No hay duda, los sacerdotes sí deseaban la muerte.

 

Pero… ¿por qué? Especulemos: la homosexualidad, tan rechazada por una sociedad a medio civilizar, crea en las personas un sentimiento de culpa difícil de superar. Para un sacerdote, además, las relaciones homosexuales van en contravía de lo que predica desde el púlpito, y son monstruosas ante los ojos de su Dios. Así que ese profundo sentimiento de culpa es motivo suficiente para desear una muerte anticipada.

 

Adicionalmente, ellos pudieron pensar que si la muerte se presentaba como resultado de un vulgar atraco, la investigación se hubiese dirigido hacia los atracadores, no hacia las víctimas. Un atraco con homicidio es tan común que el incidente no hubiese despertado sospechas y, con ello, el caso no habría pasado a mayores; pero el suicido de dos sacerdotes sí podría dar lugar a una investigación incómoda, y por esa ruta llegar a lo prohibido: a la homosexualidad y a la enfermedad vergonzosa. Se habría destapado lo que buscaban sepultar junto con sus cuerpos. Se equivocaron. Y los sicarios también: se robaron los teléfonos celulares de las víctimas, y los usaron, error infantil que permitió a la policía descubrirlos.

 

¿Por qué pagar por la pena de muerte en lugar de ejecutarla con las propias manos, más barata y privada? Elemental, habría dicho Holmes: ya que el suicidio, como lo predican en los púlpitos, es un acto que no acepta el Dios cristiano, y que según la doctrina conduce directamente a las puertas del infierno, resulta menos atemorizante cuando es ejecutado por un tercero. Además, planeado con anticipación, da tiempo para arrepentirse y obtener el perdón divino. Y aunque en el fondo uno sabe que sigue siendo un suicidio comprado, la mente es ingeniosa para rebuscarse justificaciones, y en la desesperación pudo muy bien aceptarse como solución exenta de infiernos. De todos modos, la vida de los dos sacerdotes se había convertido en un infierno en la tierra.

 

La verdad es que poco sabemos del mundo interior de los dos sacerdotes, así que lo más justo es dejar que sus almas descansen, y echarle tierra al asunto.

 

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