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Et cetera / Cultura y Derecho


Republicanos así ya no hacen

09 de Marzo de 2016

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Andrés Mejía Vergnaud

andresmejiav@gmail.com / @AndresMejiaV

 

 

Deportar inmigrantes, prohibir la entrada de musulmanes, cubrir de bombas el Medio Oriente, etc., son ideas espantosas y chocantes que, sin embargo, han sido reiteradas una y otra vez por los precandidatos que lideran la competencia republicana. En particular, como sabemos, las propuestas más estrafalarias suelen venir de Donald Trump. Antes de eso, hace algunos años, vimos el surgimiento del Tea Party, una amplia facción originalista, es decir, que en el fondo se remitía a una interpretación literal de la Constitución de EE UU.

 

Ello los hacía radicalmente opositores de la expansión del Estado, de la tributación y de la limitación al derecho a portar armas. En el 2013, la intransigencia republicana en el Congreso condujo a una parálisis legislativa y al cierre parcial del Gobierno Federal por varios días. Y años más atrás el mundo sufrió la presidencia del incompetente George W. Bush, con quien el Partido Republicano gravitó sobre su creciente facción de conservatismo religioso evangélico; Bush, en política exterior, habría de entregarse a la desastrosa agenda neoconservadora.

 

Esta es la imagen del Partido Republicano que conoce la mayoría de jóvenes, y es en efecto horrenda. Quienes ya tenemos algunos años recordamos, sin embargo, que las cosas no solían ser así, y que los líderes tradicionales de dicho partido diferían mucho de los actuales en aspectos como su formación, su inteligencia y, sobre todo, su pragmatismo: su disposición a transigir en sus ideas para alcanzar acuerdos legislativos y de gobierno con el partido contrario (a decir verdad, este último aspecto se ha perdido en los dos grandes partidos estadounidenses).

 

Y en la memoria reciente sobresalen las figuras de dos grandes líderes republicanos, tal vez los últimos de esa generación inteligente y pragmática: Ronald Reagan y George H. W. Bush (el padre de W.). La vida y el recorrido público de estos dos expresidentes es objeto de dos excelentes libros de reciente aparición: Ronald Reagan, de Jacob Weisberg, y Destiny and Power, de Jon Meacham. Su aparición en edición española no ha de demorar mucho.

 

La fuerza de un personaje como Ronald Reagan se ve en el efecto que causó sobre el autor, Jacob Weisberg. Esto porque Weisberg es y siempre ha sido un furibundo demócrata. Educado en Yale y en Oxford, Weisberg tiene una larga carrera periodística, que lo llevó hasta la dirección del portal Slate, al cual está vinculado hace más de una década. Weisberg declara haber sentido un gran asombro por varios aspectos de la vida de Ronald Reagan. Presidente por ocho años, entre 1981 y 1989, Reagan era un hombre sin mayor educación formal. Nació pobre, en una familia rural de Illinois; hizo estudios superiores en un lugar llamado Eureka College. Se fue a Hollywood a buscar oportunidades, y tuvo allí una carrera medianamente exitosa como actor. Empezó a interesarse en la política en los años cincuenta, y en 1966 logró ser elegido gobernador de California. Como presidente su importancia fue descomunal, pues su periodo coincidió con una economía vigorosa, y con los inicios de la caída del bloque oriental.

 

Weisberg se declara asombrado por dos aspectos: pese a no haber sido educado en grandes universidades, es evidente que Reagan entendía muy bien el mundo. De hecho, tal vez mejor que muchos expertos, pues a principios de los ochenta él sostenía en privado que el comunismo estaba en la quiebra y tenía que caer, mientras luminarias como Galbraith y Arthur M. Schlesinger Jr. sostenían que el sistema era fuerte y pujante. Fue célebre, además, por su capacidad de trabajar de manera bipartidista. Con Tip O’Neill, líder del Partido Demócrata en el Congreso, tejió una fuerte relación de trabajo conjunto y amistad personal.

 

Destiny and Power explora la vida de George H. W. Bush, quien en 1989 sucedió a Reagan en la Presidencia. Bush no podía diferir más de su antecesor en cuanto a origen, educación y medios. Nació rico, en una familia tradicional y poderosa de Massachussetts. Su padre, Prescott Bush, fue banquero de Wall Street y también fue senador. Bush fue educado en Yale, y desde joven trabajó en Texas en el negocio del petróleo. En él tenemos un caso de una persona que tuvo todas las oportunidades, y las aprovechó bien. Antes de ser presidente desempeñó varios cargos, entre ellos, Vicepresidente y Secretario de Estado. Es particularmente célebre su conocimiento de la política internacional.

 

Reagan y Bush padre sostenían posturas que hoy serían anatema en el Partido Republicano: defendían la inmigración y el papel de los inmigrantes. Jamás mezclaron religión y política (pese a que Bush padre es personalmente muy devoto). Conversaban, dialogaban y hacían acuerdos con la contraparte política. Al parecer, republicanos así ya no hacen. Lo cual es una tragedia, no solo para EE UU, sino para el mundo.

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