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Actualizado hace 1 minute | ISSN: 2805-6396

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Obras del Pensamiento Político


“¿Qué es la Ilustración?”, de Immanuel Kant

29 de Noviembre de 2013

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Andrés Mejía Vergnaud

andresmejiav@gmail.com

 

¿Recuerdan a Kant el metódico, el hombre-reloj de quien hablamos en la entrega anterior? ¿Recuerdan su paciente y minuciosa dedicación a temas de la más alta teoría? ¿Recuerdan que nació y vivió en una ciudad del frío Báltico? Recordarán también, entonces, que pese a todo lo anterior Kant era también un hombre de mundo: un hombre que disfrutaba de la amistad y de la conversación; un hombre que con pasión se mantenía al tanto de las ideas de su tiempo, y que con similar ansiedad quiso no perderse un detalle de los sucesos que ocurrían en su época. Y vaya época la que le correspondió vivir.

 

Kant, recordemos, nació en 1724 y murió en 1804. Es decir, atestiguó el fascinante siglo XVIII: atestiguó la Revolución Francesa; observó el desarrollo de aquella revolución científica que siguió a la obra de Newton; vivió en tiempos de grandes escritores y polemistas, como Voltaire y Diderot; en su tiempo se consolidaron las libertades inglesas; la filosofía tuvo protagonistas como Hume y Rousseau; y empezó a agitarse por toda Europa el proyecto de la liberación intelectual del hombre: el proyecto de saber para liberarnos, para dejar atrás las supersticiones y los engaños, para desafiar a la autoridad, para cuestionar el poder de reyes y clérigos. Se escribían con entusiasmo en Europa libros para llevar el conocimiento al hombre: por ejemplo, para poner la ciencia de Newton al alcance de todos; en Francia se confeccionó la colosal Enciclopedia bajo el liderazgo de hombres como D’Alembert y Diderot. Fue, en fin, la época que conocemos como Ilustración.

 

Las raíces de este fenómeno venían de dos siglos atrás. Cuando los comerciantes de Venecia reclamaban libertades e intercambiaban con hombres de otras culturas; cuando en Italia empezó a redescubrirse la Antigüedad Clásica; y cuando un monje desconocido se atrevió a clavar unas tesis en la puerta de una iglesia, en desafío de la autoridad papal, y con la bandera de que cada hombre tenía la capacidad de ser intérprete de las Escrituras. Siglos de constante despertar habían transcurrido, pero fue en la época de Kant cuando la Ilustración se manifestó de manera más acabada. Y él, hay que decirlo, fue uno de sus grandes protagonistas en Filosofía: al fin y al cabo, la Crítica de la razón pura constituyó un abandono de tradiciones anteriores, y un viraje radical para la filosofía en un mundo en el cual, en adelante, el conocimiento de la realidad vendría de la mano de la observación, la experimentación y la matemática aplicada a ambas.

 

Kant, que como dijimos en la entrega anterior, fue autor de extensos tratados de Filosofía, fue también autor de ensayos cortos, especialmente en temas de política. Y no por cortos son menos significativos. Entre ellos, tal vez el más famoso por su importancia, y por la bella y entusiasta manera como está escrito, es un artículo breve publicado en 1784 en la Revista Mensual de Berlín (Berlinische Monatsschrift) con el título “Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?”.

 

El ensayo fue motivado por una pregunta formulada por otro intelectual de su tiempo. La pregunta pedía definir la Ilustración, vocablo que parecía estar poniéndose de moda. Varios autores asumieron la tarea, pero la más importante de las respuestas es la ofrecida por Kant.

 

La mayoría de edad: “atrévete a saber”

Kant empieza el ensayo con una definición directa de Ilustración: es la salida del hombre de su minoría de edad, de la cual él mismo es culpable.

 

Lo primero que emerge en este punto es que Kant no está viendo la Ilustración como usualmente la vemos, es decir, como un periodo de la historia. La respuesta de Kant no refiere a tal cosa: no dice, por ejemplo, que la Ilustración sea el periodo comprendido entre tal y tal fecha. Para él, más que un segmento temporal, la Ilustración es un proceso por el cual pueden pasar el ser humano y la humanidad: es el proceso de abandonar la “minoría de edad” en la cual estamos y nos mantenemos por culpa nuestra.

 

¿Y qué es la minoría de edad? De nuevo una respuesta directa y simple: es no atrevernos a pensar por nuestra propia cuenta: no tener el valor de usar el entendimiento sin estar sometidos a otro. Nótese el fuerte contenido moral que esto tiene: es por cobardía, por falta de atrevimiento, por indecisión, que caemos en ese estado de someternos a otro y no atrevernos a pensar por nosotros mismos. ¿En qué consiste entonces esa mayoría de edad llamada Ilustración? Lo contrario a la cobardía es el valor: consiste en tener el valor, la valentía, el atrevimiento, de pensar por nosotros mismos. “Atrévete a saber” (sapere aude) es según Kant la consigna de la Ilustración.

 

No es fácil: la cobardía y la pereza, dice Kant, nos mantienen en la minoría de edad. Preferimos someternos al entendimiento de otro antes que asumir el trabajo de pensar: trabajo duro, en cuanto no solo entraña esfuerzo sino riesgos: al usar nuestro entendimiento sufriremos decepciones, y tendremos que abandonar creencias cómodas y establecidas. Pero hay otro factor de dificultad: aquellos a quienes hemos sometido nuestro entendimiento no tienen interés en que nos liberemos; quieren conservar el dominio que nuestra sumisión les brinda, y para ello nos mantienen en la ignorancia, nos intimidan y nos privan de la libertad. Porque si de algo está seguro Kant es que, aun cuando es difícil y doloroso que el hombre salga de la minoría de edad, es casi inevitable que esto suceda si al hombre se le da libertad. Y en particular hay una cierta libertad que es crucial para que se dé la Ilustración: la libertad de hacer lo que Kant llama “uso público de la razón”. Este vendrá a ser uno de los conceptos más importantes de su artículo.

 

Uso privado y público de la razón

Kant es suficientemente agudo para saber que incluso la más excelsa y deseable de las libertades debe tener algún límite en algunas circunstancias. La libertad de usar la razón, por ejemplo, implica la libertad de discutir. Pero la vida, en particular la vida organizada, no podría existir si en absolutamente todos los casos y todas las circunstancias hubiera libertad de controvertir. Ahora bien: ante esta realidad habría que proceder con cuidado, porque fácilmente de ella podrían hacerse derivar limitaciones muy graves a la libertad.

 

¿Cómo resuelve Kant este problema? Con su famosa distinción entre uso público y privado de la razón. Hay uso público de la razón, dice Kant, cuando el hombre se comporta como si estuviera hablando ante un auditorio, ante un público, es decir como un pensador. Hay uso privado de la razón, por otro lado, cuando el hombre ejercita el entendimiento como parte de una función que le ha sido confiada. Cuando, por ejemplo, me formo una opinión sobre los impuestos, a manera de reflexión que hago como persona que piensa en estos temas, puedo compartir estas ideas con otros como si estuviese hablando a un público que me escucha y con el cual puedo discutir. Hago en ese caso uso público de la razón. Pero supongamos que soy agente de la administración de impuestos, y tengo la misión de cobrar los tributos a los contribuyentes: ese no es el momento ni la ocasión para controvertir sobre la justicia del sistema tributario, pues este no funcionaría si cada vez que llamo a la puerta de un contribuyente se suscita un debate. En este caso debo hacer uso privado de la razón, y pedirle al contribuyente que pague. Ahora bien: Kant es en este punto bastante celoso con la libertad, pues, volviendo al caso anterior, considera que incluso el recaudador de impuestos, en su tiempo libre y cuando actúa como ciudadano deliberativo, tiene todo el derecho de criticar el sistema al cual sirve como funcionario.

 

Época de Ilustración

¿Vivimos en una época ilustrada?, se pregunta Kant. No, pero vivimos en una época de Ilustración, responde. Afirmación que viene acompañada de cumplidos para un monarca ilustrado de su país y de su tiempo, Federico II de Prusia. ¿Cuán auténticos son esos cumplidos, o cuán prudenciales son? Nunca lo sabremos.

 

***

 

Siguiendo el camino de la historia de las ideas, hallaremos en la próxima entrega a otro de los grandes: Hegel, con su Filosofía del derecho.

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