Prohibido prohibir

Cristina Castro cristinacastrop@gmail.com

Después de anunciar su intención de reelegirse, la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, lanzó una medida popular pero inocua: les prohibió a los medios de comunicación publicar anuncios sobre servicios sexuales. Su propuesta está enmarcada en una masiva campaña contra la trata de personas, pero lo cierto es que detrás no solo hay intenciones electorales, sino una vieja disputa con el diario El Clarín.

Como bien señaló el periódico The Guardian, esta censura en un país en el que la prostitución es legal no tiene mayor explicación. Al contrario, algunos expertos temen que la medida criminalice el oficio, aumente el ejercicio ilegal del mismo y cree un peligroso e incontrolable mercado para los proxenetas. Del mismo modo, aseguran que el mercado de la trata de personas funciona en su mayoría por internet, donde las herramientas del decreto no alcanzan a llegar. Aunque la medida no ha caído mal en la opinión, reconocidos juristas han anticipado además que es inconstitucional.

Por eso, se ha interpretado que la pelea realmente es con el diario El Clarín, con quien Kirchner tiene una disputa de vieja data. La Presidenta ha enfrentado tanto a los caricaturistas del diario, al criticar sus burlas, como a los propietarios del conglomerado, con fuertes leyes contra el monopolio de los medios.

El veto a los anuncios sexuales es considerado por la oposición como otro “round” de esa batalla. En septiembre pasado, el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, publicó una columna acusando al periódico de doble moral por defender los derechos de las mujeres y permitir esta publicidad que, según él, podrían darle al periódico unas ganancias de 250.000 dólares al mes. Ese fue el punto central de la exposición del decreto de Kirchner, quien dijo que este es un “paso contra la doble moral y la hipocresía. La oferta sexual deja pingües ganancias a las empresas periodísticas”.

Nadie duda que proteger a las mujeres y a los niños y las niñas de los delitos sexuales debe ser una prioridad. Pero esa bandera con otros intereses es un arma de doble filo muy difícil de manejar.