Columnistas
Priorización o procesos solitarios: ¡he ahí el dilema!
26 de Febrero de 2014
Orlando Muñoz Neira Abogado admitido en la barra de abogados de Nueva York
|
En una de las aventuras de Sherlock Holmes, titulada El ciclista solitario, el escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle narra el caso de la señorita Violeta Smith, quien acude a los servicios del famoso detective con el fin de descubrir la identidad de un extraño ciclista que, en forma enigmática, la sigue en las mañanas cuando ella a su vez conduce su bicicleta rumbo a la estación del tren.
Holmes encarga a su compañero de faena, Watson, las primeras labores investigativas. Watson se desplaza, entonces, a la hora y lugar del inusitado seguimiento y regresa a reportar a su amigo Holmes sobre lo observado. El detective queda decepcionado al concluir que lo único que su compañero hizo fue corroborar que la persecución denunciada por la señorita Smith era verídica, pero sin clave alguna sobre la identidad del anónimo ciclista. Molesto por el poco ingenio de su colega, Holmes decide ir en persona al sitio, y en lugar de tratar de confirmar lo expresado por la asustada clienta, ingresa a un bar donde, en medio de los chismes, logra averiguar el lugar de residencia del sospechoso, su nombre y su oficio.
La estrategia investigativa de Watson, desafortunadamente, es la que aún sigue presente en miles de casos criminales en nuestro país en los que la identidad del victimario es un enigma. No quiero generalizar pero si, por ejemplo, una persona es víctima de un hurto a manos de desconocidos, presentada la denuncia no es extraño que ella vaya a conformar un “solitario expediente” en el cual la labor de investigación suele reducirse a llamar de nuevo al denunciante para que ratifique lo que ya él ha dado a conocer.
Es paradójico pero el denunciante acude a la oficina del investigador deseoso de saber qué ha averiguado el ente que hace las pesquisas, mientras que el investigador quiere del victimario lo mismo: qué información adicional o diferente puede suministrar ese denunciante para aclarar el caso. Al final, se trata de un círculo vicioso donde la formalidad de indagaciones previas y de entrevistas a denunciantes que no conducen a ninguna parte forman cuadernos que duermen en los anaqueles judiciales sin la espera de un término distinto al del archivo o la prescripción.
Hoy, por fortuna, soplan vientos distintos. Se ha entendido, sin que ello signifique que el problema de investigación criminal esté solucionado, que los crímenes “en averiguación de responsables” no pueden ser auscultados de manera insular, o a la manera de Watson, esto es, buscando simplemente la “ratificación” de lo denunciado. Así, comienza a destacarse el papel fundamental que el contexto delictivo juega para identificar a responsables hasta ahora desconocidos.
Por ejemplo, en vez de que las decenas de hurtos que ocurren en lugares céntricos o deprimidos de la ciudad se conviertan en igual número de expedientes que se estudian en forma aislada, la investigación de contexto puede hacer uso de herramientas como la construcción de mapas delictivos, la ubicación geográfica de los delitos, la caracterización de patrones comunes en la actividad criminal o la particularidad de determinado modus operandi.
En tales casos, es posible que la información que suministran cientos de víctimas no se canalice cual si se tratara de asuntos independientes, sino de sucesos que pueden tener relación con otros. Y aún sin que la víctima reciba un oficio de citación para ir a ratificar lo que él y la policía ya saben, la simple alimentación adecuada de información delictiva al final resulta mucho más útil.
No se trata, como algunos han dicho, con deformación de lo que el análisis de contexto significa, de que múltiples delitos terminen siendo ignorados por la justicia penal. Todo lo contrario: se trata de poner los pies sobre la tierra y entender que en lugar de tener en el aire cientos de averiguaciones en el mero papel y sin resultado distinto a la impunidad, contar con pocas que cobijen ocurrencias delincuenciales identificables en un tiempo y espacio determinados es mucho más estratégico y productivo.
La lucha contra la delincuencia no es tarea fácil: mientras los infractores obran sin reglas, el Estado que los enfrenta debe actuar sujeto a ellas, pero menos productiva será esta tarea si, aun siguiendo los procedimientos de ley, la investigación mira los casos penales como ínsulas y no como piezas del mismo rompecabezas.
Opina, Comenta