Verbo y gracia
Ponqué
19 de Septiembre de 2014
Fernando Ávila
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Pregunta: ¿Estándar, escáner, fútbol… son anglicismos?, Juan Carlos Villar Z., Cajicá.
El fallecimiento hace unas semanas de Rafael Molano, fundador de Ponqué Ramo, me insta a dedicarle unas líneas tanto a él como a su creación, en lo que toca con el idioma español, que es lo mío. Y también, valga decirlo, en lo que toca a los buenos momentos de la vida relacionados con la palabra ponqué.
Alguno de los obituarios publicados por la prensa decía que la esposa de Rafael Molano le puso a una de las primeras tajadas de ponqué un ramo decorativo, de donde salió, dice el escribidor, el nombre de Ramo. ¡Por favor!, es claro que Ramo es un acrónimo formado por las dos primeras letras de Rafael y las dos primeras letras de Molano, como de Posada Tobón sale Postobón, y de Tobón de la Roche, Todelar.
Aparte de ese acrónimo clásico, Molano contribuyó al enriquecimiento del idioma con la palabra ponqué. Este bogotanismo ya era usado en los hogares cachacos para la torta que se preparaba en el horno con masa de huevos, harina, levadura Fleishman y alguna exquisitez adicional, como uvas pasas o un toquecito de vino. Molano convirtió la palabra en voz escrita y le dio carta de ciudadanía a este derivado del inglés pound cake, aunque el Diccionario de la lengua española nunca quiso registrarlo. Apenas en el 2010, el Diccionario de americanismos, de la Asociación de Academias de la Lengua Española, vino a enmendar la falta.
Este es el registro: «Ponqué. Sustantivo masculino. Colombia, Ecuador. Pastel grande de bizcocho o de alguna otra masa homogénea, de forma generalmente redonda, relleno de frutas, crema o alguna otra confitura». Enseguida se lee la locución Ponqué de novia, de la que se dice que es sustantivo masculino que significa ‘pastel que se prepara para el festejo nupcial’.
El vocablo en cuestión viene en mataburros locales como el Bogotálogo, 2011, de Andrés Ospina, que lo define así: «Tarta de harina aderezada con diversos componentes, tales como chocolate o vainilla, y en algunos casos recubierto por alguna decoración o pastillaje sólido o cremoso». El Bogotálogo acompaña la definición con una fotografía de 1981, en la que toda la familia está reunida alrededor de un ponqué de dos pisos con una velita prendida y el diminuto cumpleañero más distraído en sus manitas que en pedir su deseo y dar el soplo cuando le acaben de cantar el «¡…que los siga cumpliendo, hasta el año dos mil!».
También está en el diccionario de Colombianismos, 1993, del Caro y Cuervo, que relaciona los ingredientes pasados por alto por Ospina: «Pastel hecho de harina de trigo, grasa, huevos, azúcar, etc. y cocido al horno. Se suele rellenar de frutas y crema». Indica que el término se usa en Antioquia, Boyacá, Caldas y Cundinamarca. Y también aparece en el Lexicón de colombianismos, 1973, de Mario Alario di Filippo, que apenas agrega a lo dicho que la palabra ponqué se usa también en Venezuela.
El auge de Ponqué Ramo vino varios años después de su fundación, cuando se creó el Chocoramo, producto al que Santiago Rivas le dedicó un capítulo de Los puros criollos, en Señal Colombia. En él deja claro que la palabra se escribe en el empaque de una manera, chocoramo, y se pronuncia de otra, /chocorrámo/. A quien diseñó el empaque se le olvidó la doble r. Lo mismo les sucedió a los creadores de marcas como Multirevistas, Aerorepública, Fotorapid y tantas más. El error ortográfico, en el caso del Chocoramo, no le quita la delicia. Tal vez por eso se perdona. No lo digo como filólogo aficionado, sino como el garoso consumidor de placeres que fui.
Vistos todos los sinónimos usuales, entre los que están bizcocho, torta, tarta, pastel, pudín, panqué, incluidos los extranjerismos pound cake, copcake, cupcake, muffin, quatre-quarts, me quedo con la voz ponqué, por su origen criollo y la amable nostalgia que toca las papilas virtuales del sabor, ¡del mejor sabor!
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