Cultura y derecho
Nuevo-y fascinante-libro de Daniel Kahneman
19 de Enero de 2012
Andrés Mejía Vergnaud Especial para ÁMBITO JURÍDICO
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No es economista, pero en el 2002 ganó el Premio Nobel de Economía. Es sicólogo. Esto no debería sorprender: en el fondo, la Economía es Sicología: es una ciencia cuya materia básica son las decisiones humanas. Así, este sicólogo obtuvo el premio por sus investigaciones experimentales sobre la decisión humana. Lo compartió con Vernon Smith, también destacado investigador de la economía experimental. Se llama Daniel Kahneman, y hace poco lanzó su último libro, y este ha resultado ser un gran éxito. Se titula Thinking: Fast and Slow (Pensar: rápido y despacio).
La principal contribución de Kahneman a la ciencia económica es tan importante, y es tan ingeniosa, que bastan breves palabras para presentarla: en las decisiones humanas hay sesgos. Al enfrentarnos a una decisión, no actuamos como calculadoras de beneficios. No realizamos un balance puro de las alternativas que se nos presentan, de sus ventajas y de sus desventajas, de sus costos y de sus beneficios, para tomar una decisión que, de manera demostrable, favorezca nuestros intereses. No somos imparciales al considerar alternativas: por el contrario, cada vez que entramos a tomar una decisión traemos ya una cierta carga, y llegamos con unas ciertas predisposiciones. Estas configuran sesgos que probablemente ni siquiera percibimos: creemos que estamos tomando la más pura e imparcial de las decisiones, cuando en realidad dichas inclinaciones han jugado un papel en nuestro juicio.
¿Cómo se formaron en nosotros esos sesgos? Sus orígenes son diversos, aunque tal vez la mayor parte de ellos se forjaron en los remotos milenios de la evolución. Kahneman ha puesto en evidencia varios de ellos con sus experimentos. En el más conocido de todos pide a un grupo de estudiantes dividirse en dos, y cada miembro de un grupo trata de venderle una taza a alguien del otro grupo; el experimento muestra que los seres humanos damos más valor a lo que tenemos, que a la expectativa de lo que podemos tener.
Como los amigos de la hipérbole nunca faltan, corren a decir que estos descubrimientos echan por tierra los fundamentos de la ciencia económica, la cual, según ellos, presume individuos que actúan de manera perfectamente racional. Pongamos las cosas en sus justas proporciones. Es cierto que, en los modelos económicos, se asume que los individuos deciden en pos de su beneficio. Con todo lo cuestionable que pueda ser ese presupuesto, la verdad es que resulta bastante útil para la elaboración de teorías económicas, y dicha utilidad viene dada por el éxito de esas teorías. No es el único caso: la física clásica, aquella con la cual se calcula todo lo que está en nuestra vida cotidiana, asume cosas como el espacio absoluto, que sabemos no existe. Pero a nuestro nivel funciona, y eso basta para construir una ciencia útil.
Kahneman presenta otra apasionante teoría en su nuevo libro: la mente funciona básicamente con dos sistemas. El primero es veloz, y opera en tareas como la identificación de formas y de caras. Evolucionó en medio de la necesidad de reaccionar ante peligros, como los depredadores, y existe en muchos animales. Otro sistema, más desarrollado, se encarga del razonamiento y de la planeación. Evolucionó en los grandes primates, quienes tienen, por ejemplo, elaboradas estrategias de control territorial. Este es el sistema lento; la mente prefiere no utilizarlo si no debe hacerlo, porque le significa un gran consumo de energía.
Este libro ha sido recibido casi con aclamación por los expertos. Significará una nueva gloria en la hoja de vida de este gran científico, nacido en 1934, y quien, en su infancia, alcanzó a llevar en su brazo la infame estrella de David que impusieron los nazis.
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