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Actualizado hace 1 hour | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y…


Neuronas espejo y empatía I

01 de Febrero de 2013

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Antonio Vélez

Antonio Vélez

En experimentos recientes llevados a cabo con monos se ha descubierto un conjunto de neuronas, llamadas neuronas espejo, o de la empatía, por su manera de operar, que explican muy bien la fama de imitadores de esos animales. En efecto, cuando un mono ejecuta una acción, las neuronas en su corteza motora se disparan siguiendo el patrón característico que da lugar a dicho comportamiento, y si un segundo mono observa lo que hace el primero, sus neuronas motoras se disparan siguiendo también el mismo patrón que las del primero, como si fuesen reflejadas en un espejo. Pero lo más interesante es que lo mismo ocurre entre los humanos. De allí que el bostezo y la risa se contagien. Y por eso las risas enlatadas son un recurso tan común en los programas de humor de la TV.

 

Esas curiosas neuronas envían señales a los centros cerebrales de la emoción, al sistema límbico, para hacernos sentir algo similar a lo que los otros sienten. De ese modo, nos ayudan a entender las intenciones y las emociones de los demás, mediante una forma de imitación mental, interna; es decir, nos permiten leer sus mentes y, en cierta forma, entenderlas, sin necesidad de pasar por la razón. Nuestras neuronas espejo se activan cuando vemos a los demás expresar sus emociones, tal como si las estuviéramos viviendo, y terminamos por sentirlas como propias, aunque un poco atenuadas. En otras palabras, es como si el observador fuese quien llevase a cabo la acción, pero simulada, sin actuar realmente. Se rompe así la barrera entre uno y los otros, a la vez que se intensifican los sentimientos de cooperación y compasión, esenciales para llevar una vida social armónica y solidaria.

 

Podemos entonces imaginar las experiencias del vecino, y nuestro cerebro es capaz de generar las emociones correspondientes; es decir, podemos meternos en el cuero del otro, lo que sugiere que los autistas podrían deber su condición a una disfunción de sus neuronas espejo: falta de habilidades sociales, ausencia de empatía… En el cine y la novela, vivimos las emociones de los personajes de celuloide o de papel, con un realismo que explica muy bien el éxito de la ficción: tristeza y llanto, amor o ira, vergüenza ajena…

 

Podemos también leer el asco en la cara del vecino, lo que tiene un efecto adaptativo. Si alguien prueba un alimento descompuesto, sus gestos nos trasmiten un mensaje que entendemos de inmediato y nos abstenemos de probar el alimento en cuestión. Debió salvar muchas vidas en el pasado, pues en el mundo primitivo no había enfriadores y un solo bocado de algo en avanzado estado de descomposición bastaba para llevarnos a la tumba.

 

El cerebro también simula internamente las experiencias de dolor observadas en otras personas, y nos incomoda. Aunque es habitual pensar en el dolor como una experiencia personal, el cerebro lo trata como si fuera compartida. Y el hecho de compartir el dolor es adaptativo, pues nos sirve en múltiples ocasiones de gran ayuda. La madre se interesa más por su bebé si comparte su dolor, e igual le ocurre al macaco. Sobrevivir a lesiones que inmovilizan requiere la ayuda de otros: alimentarse, moverse, defenderse de los predadores… Las neuronas de la empatía crean un compromiso con los débiles y con los debilitados, y por lo regular los auxiliamos y protegemos.

 

Se ha encontrado que unos raros sujetos que nacen sin la capacidad de percibir el dolor tampoco son capaces de producir las expresiones faciales correspondientes; sin embargo, pueden reconocer y clasificar el dolor que otros sienten. La resonancia magnética demostró que el observador y el adolorido presentan actividad en aquella zona del cerebro que percibe el dolor, pero solamente quien lo padece presenta actividad en el área que corresponde a la experiencia sensorial. Un buen diseño, pues –decía un investigador– no es deseable que el cirujano necesite ser anestesiado mientras manipula un fémur fracturado. Nadie desearía que el cirujano se sintiera tan lastimado que tuviese que suspender la actividad quirúrgica curativa, aunque sí es conveniente que sea considerado con la pierna adolorida del paciente.

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