Curiosidades y…
Mutaciones letales
10 de Mayo de 2013
Antonio Vélez |
Saben los genetistas que no existe una correspondencia directa entre el tamaño de una mutación y el efecto causado. Una sola mutación es capaz de convertir a la cría en un monstruo. De manera similar, una mutación en un texto, una errata, puede echar a perder todo un ensayo, ya sea porque pierda su belleza o bien porque se modifique su significado. En ciencia ha sido común que un cambio pequeño en un experimento puede causar un cambio grande en los resultados, a veces para beneficio y gloria del experimentador. Errores afortunados.
El español José Esteban, en su libro Vituperio (y algún elogio) de la errata, se ha tomado el trabajo de recoger algunos casos famosos. En la novela Arroz y tartana, del español Vicente Blasco Ibáñez, decía: “aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño (por ceño) fruncido”. Un periodista, en un escrito dedicado a la hija del dueño del periódico, quiso escribir: “Basta escribir su nombre, Mercedes, para que se sienta orgullosa la tinta”, pero escribió “… orgullosa la tonta”. Y en la dedicatoria a una condesa, el autor escribió: “… exquisito busto (por “gusto”) que bien conocemos sus amigos”. Recordemos que la g y la b están muy próximas en el teclado.
La obra más famosa de Alejandro Dumas llegó a publicarse con el título La dama de las camellas, una pequeña mutación que produce un desastre. Una mecanógrafa escribió: “Famosos cosmetólogos opinan...”, en lugar de “famosos cosmólogos opinan…”. Y otra, al transcribir los movimientos de un concierto, escribió: “Ayudante con moto”, por “Andante con moto”.
El fenómeno de cambios pequeños, pero con efectos grandes, es también común en la vida diaria. De Julio César se cuenta que, habiendo decidido perdonar a uno de sus oficiales acusado de traición, envió a los jueces el siguiente mensaje: “Liberarlo, no ejecutarlo”. Los encargados de transmitirlo, para mala fortuna del acusado, introdujeron una “mutación letal” en el texto: “Liberarlo no, ejecutarlo”. En Medellín, un café restaurante fue bautizado “Café Le Gris”. Los dueños quisieron rendir un homenaje al poeta León de Greiff, y se inspiraron en aquel poema suyo que dice: “Aquesta es la pipa de todo el maíz. / Aquesta es la pipa del ´loco Legrís´, / archilunático”. El error fue un espacio en blanco que no existía en la palabra “legrís”.
Hay algunos errores que se cometen por inercia cultural, o porque el contexto nos lleva al error. Cuando se trata de poesía, cualquier cambio en una palabra puede ser fatal para el poema, pues se destruye el trabajo de filigrana del poeta. En Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, se lee: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Escribir, por ejemplo: La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. Pues bien, en más de una ocasión, la persona que lo recita cambia la palabra “tiritan” por “titilan”, una mutación que arruina la belleza de la estrofa.
Joan Manuel Serrat convirtió la Elegía a Ramón Sijé, una de las más populares creaciones de Miguel Hernández, en un poema cantado. En la adaptación, y sin que se entienda por qué, realizó un cambio imperdonable en la introducción: “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, a (con) quien tanto quería”. Un “con” mutado en “a”, y así destruyó el sentido de la frase, y su belleza. El resultado es una frase vulgar, al alcance de cualquier poeta aficionado. En versiones más recientes lo corrigió.
El peruano César Vallejo, en su Idilio muerto, escribió: “Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí; / ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita / la sangre, como flojo cognac, dentro de mí”. Un amigo, de dudoso gusto poético, hizo este cambió: “… la sangre, como rojo cognac, dentro de mí”. Una simple mutación y un daño irreparable al verso.
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