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Curiosidades y…


Medicina celestial (I)

Si a los dioses se les atribuyen poderes sobrenaturales, no hay una clara razón para que unos milagros les resulten más difíciles que otros.
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13 de Octubre de 2016

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Antonio Vélez M.

 

Es muy antigua la historia de las curaciones celestiales, milagrosas. Tal vez las constancias más antiguas relativas al éxito de la terapia por medio de la ayuda de los dioses las encontramos en los numerosos exvotos dirigidos a Asclepias, dios griego de la medicina (Esculapio, para los romanos), en forma de tabletas de barro cocido en las que se agradecían los beneficios recibidos del dios. Y en algunas tabletas excepcionales se narran resurrecciones atribuidas a la acción directa del dios.

 

El Epidauro fue quizás el templo más prestigioso de todos los dedicados a Esculapio. Sobre sus muros se pueden leer algunos de los nombres de aquellos que fueron curados mediante la intervención del dios. Antes de iniciar la terapia, los pacientes debían recorrer el templo, mientras un sacerdote narraba las curaciones atribuidas al portentoso dios, cuyos textos además podían leerse en los muros. Al llegar la noche, vestían a los enfermos con túnicas blancas, los conducían a un dormitorio especial y, antes de apagar las antorchas, un sacerdote les explicaba que durante el sueño el dios bajaría a curarlos.

 

El silencio, el ambiente solemne y el lujo del templo (puertas enchapadas en oro y marfil) tuvieron que producir una gran influencia sicológica sobre los enfermos, casi con seguridad propiciadora de innumerables curaciones por sugestión o efecto placebo. Por el enorme número de exvotos dejados por los enfermos en el templo como constancia de los milagros, podemos inferir que fueron bastantes aquellos que creyeron recibir alivio a sus dolencias. E igual a lo que sucedió con los templos de Esculapio, los santuarios de todas las religiones guardan innumerables objetos conmemorativos, documentos que nos convencen, por la fuerza bruta del número, de la autenticidad de algunas de las curaciones realizadas.

 

Los cristianos hablan de los milagros de Jesús, mientras que otros creyentes relatan hechos similares atribuidos a Buda, Mahoma, Mitra, Dionisos... Un estudio de los milagros registrados en los santuarios revela dos singularidades sospechosas: la preferencia de los dioses por los paralíticos y el hecho de que hasta el momento nunca haya ocurrido que a un creyente se le regenere un miembro faltante, curación que sería tan fácil para las divinidades todopoderosas como suprimir un dolor de cabeza, y de ayuda invaluable para el enfermo y su familia. Reflexione el creyente: si a los dioses se les atribuyen poderes sobrenaturales, no hay una clara razón para que unos milagros les resulten más difíciles que otros.

 

Así mismo, es inexplicable el que nunca en la abundante historia de los milagros se haya presentado el caso de un retrasado mental que por intervención divina haya adquirido inteligencia normal, ni de un tuerto o ciego que haya recuperado lo perdido, ni un jorobado que se haya enderezado de la noche a la mañana, ni hay un solo mueco que haya lucido más tarde una sonrisa natural, y no se conoce ninguna historia de un loco de remate transformado en un sujeto cuerdo, ni de un muerto que haya resucitado. ¿Por qué en estos casos no actúan las divinidades? ¿Qué razones justifican tan odiosas discriminaciones? ¿Por qué, en cambio, tantas muletas abandonadas en los santuarios, y ni una caja de dientes ni una peluca? ¿Por qué hay que implorar? ¿Acaso las divinidades no conocen el sufrimiento del individuo? ¿Por qué a unos sí y a otros no? Esta selectividad inexplicable y la falta de equidad, impropias de dioses buenos y justos, ha hecho pensar a más de un escéptico que todos los llamados milagros celestiales podrían explicarse mediante argumentos terrenales.

 

Carl Sagan estudió los milagros de Lourdes: entre las 65 curaciones milagrosas registradas durante los últimos 150 años, debidamente certificadas por los médicos, se han dado tres casos de cáncer, pero no se incluye ninguno de recuperación de un miembro faltante, ni la de un paciente con daño severo en la columna vertebral. Así mismo, y para aumentar las sospechas, cuando un tumor ha remitido por una supuesta causa milagrosa, nunca lo ha hecho en forma inmediata, sino gradualmente, tal como sucede en las remisiones espontáneas logradas por medio de las defensas naturales del organismo, fenómeno muy conocido por los médicos, pero no bien explicado aún. 

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