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Martin Schulz: un demócrata particular
11 de Febrero de 2013
Daniel Raisbeck
Profesor de Ciencia Política en la Universidad del Rosario.
Mientras daba los primeros pasos de su carrera política dentro del Partido Socialdemócrata alemán (SPD), Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo desde el 2012, vendía libros en la pequeña ciudad de Würselen, en el estado occidental de Renania del Norte – Westfalia.
En 1987, Schulz fue elegido alcalde de Würselen, posición que ocupó hasta 1994, cuando ganó una curul para representar a la región de Aachen en el Parlamento Europeo. Y, según sus críticos en Alemania, Schulz se salió a tiempo de la política local para pasar a Bruselas, pues su principal legado como alcalde fue dejar a Würselen con la inmensa deuda asociada con el desastre financiero de Aquana, un grandísimo centro acuático que impulsó para la ciudad, de tan solo 37.000 habitantes.
En el 2008, Schulz admitió que su más grande error fue proceder con el proyecto de Aquana sin haber pedido el apoyo de la población por medio de un referendo. Este resulta ser un comentario curioso, pues, por el contrario, Schulz no es un proponente muy ávido de decidir cuestiones políticas por medio de plebiscitos.
Tras el anuncio del primer ministro británico, David Cameron, de que les ofrecerá a los ciudadanos de su país un referendo para decidir si quieren o no seguir perteneciendo a la Unión Europea (UE), Schulz comparó a Cameron con el aprendiz del hechicero de Goethe.
“Él no podrá contener las fuerzas que ha evocado”, dijo Schulz, “fuerzas que quieren dejar la UE por razones ideológicas, perjudicando al pueblo británico”.
Schulz se refiere al hecho de que, según numerosas encuestas, la mayoría de los británicos preferiría dejar de ser parte de la UE, principalmente dada la interminable crisis del euro, moneda la cual los ciudadanos del Reino Unido se rehusaron a aceptar en el 2001 –pese a la presión de líderes como Tony Blair– por medio de un referendo. Sin embargo, Schulz, un fiel defensor del proyecto del euro desde antes de su inauguración, sugiere no solo que él sabe exactamente lo que les conviene a los británicos, sino que ellos ni siquiera deberían tener la habilidad de decidir el futuro de su relación con Europa.
En la historia moderna, Suiza es el país europeo que más referendos ha llevado a cabo, dado su sistema de democracia directa; quizá esto explique la abierta enemistad de Schulz contra la nación helvética, cuyos ciudadanos decidieron no formar parte de la UE en el 2001.
Hace dos años, Schulz exigió que Suiza le pagara a Bruselas 50.000 millones de euros, los cuales supuestamente habían depositado ciudadanos griegos de manera ilícita en cuentas suizas. El diario Tagesanzeiger reporta que, el 31 de enero pasado, Schulz declaró que Suiza –un país de ocho millones de habitantes– representaba un “peligro” para la UE, pues fuerzas centrífugas en los estados miembros podrían seguir el ejemplo de la nación alpina, abandonar la UE y negociar acuerdos bilaterales para dejar de pagar contribuciones.
El problema para Schulz es que Suiza no es el único país que considera que transferir un sinfín de fondos a Bruselas no es una idea brillante. Esta semana, los líderes de los 27 países miembros de la UE –impulsados por Angela Merkel y David Cameron– se pusieron de acuerdo para recortar por primera vez en la historia el presupuesto europeo para el periodo 2014-2020.
Esta fue una decisión sensata. En el primer lugar, la crisis actual ha obligado a virtualmente todos los estados europeos a recortar sus gastos; en el caso de Grecia, España, Portugal y otros, los recortes han revuelto la política y traído consigo nefastas consecuencias humanas.
A la vez, la UE ha sido notoria por gastar dinero del fisco de manera poco prudente, empezando por la muy criticada práctica de trasladar a los parlamentarios y sus equipos enteros desde Bruselas hasta Estrasburgo cada par de semanas, a un costo de más de 170 millones de euros anuales.
Bajo tales circunstancias, ¿cómo pueden los líderes nacionales explicarle al pueblo que los recortes en casa se cancelan por medio de incrementos sustanciales en las contribuciones a Bruselas?
Sin embargo, Schulz, quien desde los días de Aquana no es conocido precisamente por su cautela fiscal, pretende oponerse a los recortes al próximo presupuesto. De hecho, ha declarado que liderará los esfuerzos en el Parlamento por vetar el proyecto, y que pretende llevar a cabo el voto de manera secreta.
Como explica Daniel Hannan, eurodiputado por el Sureste de Inglaterra, Schulz y sus seguidores quieren votar de manera secreta para escapar al escrutinio tanto de los líderes nacionales como de los votantes en sus países de origen, “quienes no están de humor para enviar sus ahorros a Bruselas”. Esto pese a que la UE se jacta de tomar decisiones políticas “de la manera más abierta posible”.
Al ser celebrado como vir triumphalis en Bogotá la semana entrante, el presidente del Parlamento Europeo seguramente elogiará los ideales democráticos. Será necesario recordar que la devoción de Schulz por la democracia es bastante selectiva.
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