Curiosidades y…
Mandamientos inútiles
25 de Marzo de 2013
Antonio Vélez |
En Colombia, con cierta regularidad aparecen disposiciones oficiales, mandatos bien intencionados, pero inútiles, ya sea porque no se pueden hacer cumplir, o porque hacerlos cumplir resulta más costoso que los males que tratan de evitar. Se incomoda al ciudadano y se limitan innecesariamente las libertades. Y si el control no es muy estricto, peor: es una prohibición que se queda en el papel, o propicia el soborno.
A un funcionario del gobierno se le ocurrió que la venta callejera de cigarrillos al detal propiciaba el consumo por parte de los menores de edad. Pues bien, se prohibió con perjuicio para los pobres que vivían mal de tan poco rentable negocio, y los menores siguieron fumando como si nada. Hasta el más tarado de los mortales puede predecir la ineficiencia total de tal medida, si se trata de evitar que los menores adquieran el gusto por el tabaco.
Para los supermercados existe la prohibición de venderles licor y cigarrillos a los menores de edad. Otra tontería pues no se controla nada y tampoco logra su propósito. Aquel menor que desee comprar su botella de aguardiente le basta solo pedir el favor a un amigo mayor de edad, que nunca falta. Peor aún, las drogas psicoactivas circulan en el mercado negro con entera libertad, sin importar la edad del consumidor. Los proveedores de estos productos no paran mientes en las prohibiciones, ni les importa un higo la salud de los menores, y el gobierno ha demostrado ser incapaz de ejercer el control.
Durante la presidencia de Rojas Pinilla, con el fin de educar al pueblo y hacerle desarrollar el gusto por la llamada música clásica, era obligatorio que los días festivos, todas las emisoras transmitiesen solo música culta. Otra solemne ingenuidad: como la mayoría de los colombianos no están educados para disfrutar de una cantata de Bach, optaban por apagar el radio. El programa de culturizar al pueblo, como es fácil predecirlo, fracasó. Hoy los domingos se siguen oyendo vallenatos, salsa, rap… La disposición desapareció junto con el general.
De igual tonalidad musical es la Ley 198 de 1995, que obliga a las emisoras de radio a trasmitir el himno nacional a ciertas horas del día. ¿Qué hace el oyente cuando escucha los primeros compases? Pues baja el volumen a la emisora. Una tonada que se repite y repite hasta el cansancio deja de ser percibida, y eso es lo que ocurre con nuestro trillado himno nacional. Termina desgastado y nos produce cansancio; nada de elevar nuestro sentimiento patrio. Solo los niños y los retrasados mentales son capaces de repetir una misma canción tres veces por día. En lugar de sentirnos orgullosos por ser tan buenos colombianos, nos aburrimos como cualquier ser humano normal.
A cierto genio se le ocurrió un día eliminar los parrilleros de las motocicletas, con el fin de evitar cierto tipo de asesinatos, pues es justamente el parrillero, el manos libres, el sujeto habilitado para cometer el delito. Los asesinatos continuarán sin cambio alguno: el parrillero sicario espera a su compinche cerca del semáforo en el que se ha planeado el crimen, dispara y luego se monta en la parte de atrás de la motocicleta, huye del sitio y más adelante se baja y toma un taxi o sigue a pie. La disposición desaparecerá pues el castigo es otra vez para los pobres, quienes por necesidad usan su motocicleta para viajar en compañía, o para llevar a sus hijos al colegio. Dos en uno.
Algunos mandatarios creen que el llamado “día sin carro”, esto es, obligar a los dueños de automóvil particular a dejarlo en el garaje, es una manera de hacer que se tome conciencia de la contaminación que está deteriorando el medio ambiente. Poco ha crecido la conciencia nacional ecológica, y muchos son los perjuicios que produce la medida. Además, el día señalado, los taxis se mueven sin descanso y contaminan mucho más de lo acostumbrado. Más aún, muchas personas dejan para el día siguiente ciertas gestiones que tienen que hacer. Dejan para mañana la contaminación de hoy. Arrebatos de ecologismo barato.
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