Curiosidades y…
Llora la Tierra
28 de Noviembre de 2014
Antonio Vélez
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La revista Semana, en su edición 1692, de octubre de este año, hace sonar las alarmas a raíz de un informe presentado por el Fondo Mundial para la Naturaleza. Se trata de los daños irreparables ocurridos en los últimos años en nuestro planeta. Preocupantes, pues nos muestran los peligros que nos acechan en las próximas décadas, salvo, según la revista, que cambiemos radicalmente nuestras conductas derrochadoras y contaminantes.
A medida que la especie humana aumenta en número de individuos, las plantas y los animales van desapareciendo a ritmo acelerado. En los últimos cuarenta años, dice el informe, más del 39 % de las especies terrestres y marinas se han extinguido, y lo mismo ha ocurrido con el 76 % de las especies de agua dulce. Las cuencas fluviales, de las que dependen casi 3.000 millones de seres humanos, se han reducido considerablemente. El informe de Semana olvida mencionar el deshielo polar, las selvas que están desapareciendo a un ritmo acelerado, la contaminación atmosférica y de las fuentes de agua, la pérdida irreparable de la capa vegetal y el contenido de metano y de bióxido de carbono en la atmósfera, que están ya por encima del nivel conveniente y siguen en ascenso vertiginoso. Al resultado de estos cambios se le llama efecto invernadero, con aumento sensible de la temperatura media. El planeta tiene fiebre, y los hielos polares se derriten.
Pero no termina aquí: 768 millones de habitantes no disponen de agua potable, y 1.000 millones pasan hambre. Si quisiéramos ahora satisfacer el consumo humano sin afectar la disponibilidad de recursos, se requeriría disponer de medio planeta más; y en el 2050, dos planetas adicionales. Mientras estos desastres ocurren a la vista de nosotros, la población humana sigue creciendo desconsideradamente, de tal modo que los 7.200 millones de seres que vivimos actualmente se convertirán en 9.600 en el 2050. Y no se han contado nuestros comensales inseparables: ratas, perros, gatos y caballos, consumidores de recursos y agentes de polución... Solamente en EE UU hay 56 millones de gatos y 51 millones de perros.
Pues bien, la revista señala como culpable principal a los seres humanos, y precisa la razón: “… por la caza de animales, la erosión y la contaminación que han causado, y por la expansión de las ciudades”. Se pregunta uno: ¿y cómo viven 7.000 millones de seres humanos sin caza, sin causar erosión, sin contaminar, sin destruir recursos no renovables, sin expandir las ciudades? ¿Acaso serán ángeles inmateriales? Y debe tenerse en cuenta que la mitad de los habitantes actuales viven en la pobreza, y gracias a esos muertos de hambre vivimos y engordamos los afortunados restantes. ¿Qué pasaría si reinara en el mundo la justicia social y esa mitad pobre dejara de serlo, si al menos se alcanzara para ellos una forma decente de vivir, sin excesos como los de la otra mitad? Me apresuro a responder: necesitaríamos al menos otro planeta adicional.
Hay una rara deficiencia, que se ha ensañado en personas que, por sus cargos, uno espera que posean una inteligencia normal: miopía mental generalizada. Y no es colombiana; es mundial. Una miopía que les ha impedido a los políticos advertir que la raíz del problema del mundo reside en el exceso de población, un velo que les impide ver que sin frenar el crecimiento poblacional todo lo que se haga es perdido, y que la lucha solo por frenar el calentamiento global es como aplicarle a un enfermo de cáncer unos pañitos de agua tibia. O… quizá no se trata de miopía, sino que es el temor a perder poder político para quien se atreva a impulsar medias tendientes a controlar el crecimiento poblacional: visto bueno al condón y a la píldora del día siguiente, sumado a la legalización del aborto. Políticamente incorrecto, pensarán.
Ahora bien, los pesimistas pensamos que de todos modos, independiente de lo que escribamos y de nuestras protestas, el mundo seguirá creciendo en habitantes y en políticos de la misma laya.
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