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Actualizado hace 10 hours | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades Y...


Límites del mundo físico

06 de Septiembre de 2013

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Antonio Vélez

Antonio Vélez

Los antibióticos, la televisión, los computadores, la energía atómica y todas las otras grandes realizaciones científicas y tecnológicas del siglo XX son hazañas que para las generaciones anteriores estaban más allá de lo posible. Logros que nos han alimentado cierto sentimiento de omnipotencia, y nos han inducido a pensar que no existen límites para nuestras ambiciones. Sin embargo, el trabajo de los investigadores ha puesto al descubierto la existencia de ciertas fronteras insuperables.

 

Albert Einstein, con su teoría de la relatividad, estableció un límite, aunque amplio, a las pretensiones viajeras del hombre: ningún objeto que tenga masa puede alcanzar una velocidad igual o mayor que la de la luz, pues a esa fantástica velocidad dicha masa se habrá hecho infinita. Si le creemos a la teoría tendremos que abandonar los proyectos de viajes tripulados a otros sistemas solares dentro de nuestra galaxia o fuera de ella. Viajar hasta la vecina Andrómeda y regresar, demos por caso, sería un paseo intergaláctico que tardaría obligatoriamente más, muchísimo más, de cinco millones de años. Igualmente, deberemos considerar como improbables y fantásticas todas las historias de platillos voladores provenientes de otros soles, extraterrestres que aparecen y desaparecen sin atreverse a establecer contacto con los inferiores terrícolas.

 

El cero absoluto, el frío total, esa temperatura en que la agitación de las moléculas o pulso del mundo se suspende por completo, y con ello decreta la muerte irremediable de la materia, es un ideal físico inalcanzable. Pues bien, si aceptamos la tercera ley de la termodinámica, complementada con la llamada hipótesis de Planck, se llega a que es imposible alcanzar ese punto cero.

 

Max Planck postuló, contrariando nuestro sentido común, que la energía, al igual que la materia, no se podía dividir indefinidamente. Por tanto, tenía que existir una cantidad mínima o paquete mínimo de energía, al que llamó quantum. Su conjetura, que también representa un límite bien definido e inviolable del mundo que habitamos, fue comprobada en forma experimental, y sus profundas repercusiones teóricas sacudieron por completo el edificio de la física.

 

¿Quién no ha soñado con regresar, aunque sea en forma transitoria, al pasado, o con devolverse en el tiempo y corregir oportunamente una decisión equivocada de consecuencias funestas? Por desgracia, la flecha del tiempo apunta sin remedio en una sola dirección. Al pasado, en consecuencia, no podremos volver, sino viajando por el frágil túnel del recuerdo. Es inaccesible funcionalmente; esto es, nos queda imposible hacerle cambios desde el presente. Solo los debidos a las fallas lamentables de la memoria. Y es precisamente por estas fallas por lo que el pasado siempre será pretérito imperfecto.

 

Ahora bien, llegados al mundo microscópico, nuestro sistema cognitivo se sale por completo de foco. Los fenómenos que ocurren en el mundo de lo invisible los debemos aprender sin comprender. Son limitaciones insuperables del intelecto humano. Por ejemplo, el conocido y utilísimo principio lógico del tercio excluido, allí tampoco funciona: de un electrón que ha cruzado a través de una placa con dos agujeros muy próximos entre sí -experimento de Thompson-, no puede afirmarse que haya pasado por uno y solo uno de los agujeros. Tampoco puede decirse que se haya fraccionado. Nuestro sentido común se muestra desconcertado ante semejantes hechos, tan extraños y apartados de la vida corriente. “Es más de lo que puede hacer un fantasma”, comentaba el sicólogo sir Cyril Burt.

 

El mundo físico del siglo XIX, tan de acuerdo con nuestra intuición, y completamente determinado y predecible, fue remplazado de un tajo por un mundo raro,  impredecible, lejos por completo de nuestro sentido común. Se descubrieron, con pesar, perturbadoras limitaciones a nuestras pretensiones.

 

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