Curiosidades y…
La tragedia del gay
07 de Julio de 2015
Antonio Vélez M.
Juan Pablo II repitió una y otra vez que la homosexualidad no se da en la naturaleza y que conduce a la extinción de la especie. No sabía él, ni sus asesores, que la homosexualidad sí se da en la naturaleza, en primates y otros, mientras que lo que no se da, precisamente, es el celibato, condición que sí implica la extinción de la especie. Desde el punto de vista darwiniano, el celibato es una desviación sexual, al ser un comportamiento contra natura, pues lleva a la extinción.
Hay argumentos muy sólidos y variados para convencernos de que la homosexualidad, así como la transexualidad, la bisexualidad y la heterosexualidad, son características del comportamiento en las que el sujeto tiene muy poca participación. Se nace así, independiente de la voluntad del sujeto; es decir, el sujeto no tiene “la culpa” de su condición sexual. Por ejemplo, los neurólogos han encontrado que el hipotálamo de los homosexuales, así como el de las mujeres, es más pequeño que el de los varones heterosexuales.
Por siglos se había considerado que la homosexualidad era consecuencia de una educación equivocada o que era inducida por circunstancias particulares del ambiente de crianza. Un craso error. Para comenzar, y contradiciendo las palabras del Papa, la homosexualidad se da con generosidad en la naturaleza. Entre los mamíferos y las aves se han documentado prácticas homosexuales tanto masculinas como femeninas. Las más estudiadas son las que se observan entre chimpancés y bonobos, nuestros parientes animales más cercanos, pero se ha documentado este tipo de conducta en más de 400 especies animales.
Otro argumento contundente es que la homosexualidad aparece muy temprano, y es irreversible. La inclinación aparece antes de que el niño o la niña tengan una idea de lo que significa. Andrew Solomon, en su libro Lejos del árbol, menciona estudios recientes que demuestran que, a la edad de dos años, los niños que serán gais sienten aversión a ciertos tipos de juegos bruscos; y a los seis, la mayoría se comporta de manera que obviamente no es propia de su sexo.
Y que es una condición irreversible lo demuestran los múltiples fracasos de los educadores para revertir la preferencia sexual de los jóvenes. La experiencia es que ni los castigos más refinados han cambiado lo que natura diseñó. Al genial Alan Turing le propusieron terapia hormonal contra su homosexualidad a cambio de cárcel, tratamiento que arruinó su salud. Tuvo que abandonar sus trabajos en criptografía. El 7 de junio de 1954, a los 42 años, mordió una manzana envenenada con cianuro de potasio. Una pérdida grande para la humanidad, y una muestra más de la ignorancia humana.
La fuerte influencia genética se puede inferir del estudio de gemelos. Michael Bailey y Richard Pillard, sicólogo y siquiatra, respectivamente, estudiaron 110 pares de gemelos varones, 56 mellizos idénticos y 54 fraternos, escogidos de tal modo que al menos uno de los dos fuera homosexual, y encontraron que el 52 % de los idénticos eran ambos homosexuales, contra el 22 % de los fraternos. Otros estudios independientes llegaron a conclusiones parecidas.
Pero hay más: la orientación sexual se correlaciona con el orden del nacimiento. Cada hermano varón y mayor que se posea aumenta un 33 % la probabilidad de homosexualidad, mientras que en las lesbianas no se da este fenómeno. Por tanto, queda una impronta o recuerdo en un útero que ya ha contenido varones, de tal modo que la homosexualidad masculina aumenta. Se propone una explicación: podría presentarse una especie de reacción inmune más fuerte a medida que aumentan los embarazos, reacción que impide la masculinización del cerebro, pero no de los genitales.
Conclusión: es muy importante que los políticos conozcan bien el complejo problema de la sexualidad antes de proponer las leyes que la gobiernan. Y no son La Biblia ni El Corán los libros que se deben consultar. Existe una abundante literatura científica y seria al respecto.
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