Cultura y Derecho
La raza, concepto falso que vuelve a la política
28 de Septiembre de 2017
Andrés Mejía Vergnaud
Como si fuera necesario, los hechos nos siguen recordando que la historia no es un camino ascendente y lineal, en el cual la humanidad va dejando atrás las locuras del pasado, y va elevándose en una cada vez mayor iluminación y sabiduría. Quién lo creyera: en pleno siglo XXI, después de abolida ya en casi todo el mundo la esclavitud, después de haberse superado políticas de segregación como el apartheid sudafricano, y después de que la humanidad se horrorizara al atestiguar los crímenes masivos cometidos por los nacionalsocialistas, la raza vuelve a entrar a la política. Así nos lo vienen anunciando varios hechos. El más prominente, tal vez, el de aquellas marchas en la ciudad universitaria de Charlottesville, en Virginia, donde se hizo despliegue abierto y sin timidez de símbolos nazis, y de otros que evocan conceptos como la esclavitud y la segregación. Los organizadores de estas marchas afirmaron luego sentirse muy alentados por las palabras de Trump, quien en una ambigua declaración culpó a “muchos sectores” de lo que estaba pasando en dicha ciudad. Se sintieron alentados por el hecho de que, tal vez por primera vez en varias décadas, su exhibición de signos de odio y segregación no fue condenada, lo cual equivale a un apoyo.
Este resurgir del racismo político ha dado lugar a interesantes reflexiones. El episodio de Charlottesville sirvió como marco para un ensayo de Ta-Nehisi Coates titulado El primer presidente blanco (The First White President), en el cual se afirma que la agenda de supremacía blanca es el eje central de la presidencia de Trump. Coates es un escritor superdotado, y este ensayo, publicado en el número de octubre de la revista The Atlantic, es toda una pieza literaria. En ella hay aciertos, como el de reclamar por el hecho de que se trate con tanta conmiseración e indulgencia a las clases trabajadoras blancas, cuyas dificultades recientes, que van desde la pérdida de empleos industriales hasta la epidemia de adicción a los opioides, han sido identificadas como causas subyacentes del fenómeno de Trump. Los negros o afroamericanos llevan muchas décadas, siglos, sufriendo condiciones peores, y no han merecido la misma comprensión, reclama Coates: a la epidemia de opioides se reacciona con llamados a la misericordia; a la epidemia de crack se reaccionó con la policía y con la cárcel. El texto de Coates está tan bien escrito, que hay que leerlo más de una vez para poder abordarlo de manera crítica y ver, dentro de sus claras verdades, generalizaciones e hipérboles que tampoco conducen a una comprensión precisa de lo que está pasando.
Como testimonio de la irracionalidad humana, y de la persistencia de dicha irracionalidad, queda el hecho de que aún se siga haciendo política sobre la base de un concepto que es insostenible desde el punto de vista científico, como es el de la raza. Las razas no existen. Existen diferencias fenotípicas y genéticas, que no constituyen un factor que diferencie esencialmente a un grupo de seres humanos de otro. Si se quiere, son diferencias accidentales. La idea de raza ha sido construida y reconstruida en numerosas versiones y en numerosas ocasiones por diversas sociedades, casi siempre para fundamentar ánimos de exclusión o de opresión.
Testimonio de ello es que esas taxonomías raciales han sido diversas, cambiantes y hasta contradictorias. Los irlandeses-americanos, que hoy gozan del favor de los supremacistas blancos, fueron hasta los albores del siglo XX considerados una raza no blanca por los anglosajones protestantes norteamericanos, como fue documentado en el libro De cómo los irlandeses se volvieron blancos (How the Irish Became White) de Noel Ignatiev. Basta recordar que los racistas por antonomasia de la era contemporánea, los nazis, construyeron su concepto de raza “aria” sobre la base de teorías descabelladas (y contradictorias entre sí). De hecho, su carácter de constructo se puede ver en la forma como ese concepto de hombre ario fue cambiando y se adaptó a las necesidades políticas de la guerra (como en la admisión como “arios” de los pueblos europeos antes considerados “razas alpinas”, no germánicos).
Pero sobre este tema, el dato más extraordinario lo encontré en un breve y genial ensayo de Ed Simon en la revista virtual Aeon (aeon.co). En este, se cuenta que la primera aparición conocida del concepto de “hombre blanco” se halla en una obra de teatro de 1613, del poco conocido dramaturgo Thomas Middleton. En la misma, el personaje de un rey africano se refiere a los europeos como “la gente blanca”. No se encuentra antes ningún escrito donde el concepto o la expresión aparezcan. Tal vez su construcción apenas estaba empezando.
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