La pregunta del siglo (I)

Antonio Vélez

Preguntan los intelectuales del grupo EDGE, ¿cuál será el impacto de internet en el pensamiento humano? Pues bien, empecemos diciendo que después del invento de la escritura, el de internet puede ser el logro de mayor impacto en la cultural del hombre. En esencia, se trata de una vasta memoria virtual de consulta casi inmediata y de capacidad impensable, que cada segundo crece su volumen en una cantidad que supera con facilidad lo que un hombre en toda su vida puede llegar a conocer. A diferencia de la humana, es una memoria fresca, en permanente periodo de crecimiento y, en consecuencia, siempre joven.

Así como el microscopio y el telescopio ampliaron nuestra visión y nos revelaron un universo desconocido a nuestros limitados sentidos, internet se ha convertido en una extensión de nuestra memoria -extensión exosomática- y, en cierto sentido, de nuestro pensamiento y nuestra inteligencia. Un sabelotodo integrado por millones de unidades trabajando en paralelo, pero interconectadas por puentes transitados a velocidades de vértigo. Sin lapsus, sin fatiga, sin la erosión del tiempo.

Es una memoria estructurada, vale decir, las unidades de conocimiento acumuladas en ella están ligadas por infinidad de flechas que apuntan en todas las direcciones. Vasos comunicantes que la integran de una manera especial, tal que nos permite viajar directamente de un dato a otro de manera casi instantánea. Sin esta concatenación, la información de internet sería una masa informe de datos, inconexos, farragosa y de poca utilidad.

Al disponer de tan enmarañada base de datos, nuestro pensamiento resulta potenciado de una manera difícil de valorar. El investigador, por ejemplo, encuentra al instante lo que otros acaban de descubrir, aunque se trate de un problema especializado; puede trabar amistad con los investigadores de su área, discutir con ellos, ampliar los conocimientos, proponer ideas propias. En fin, pueden integrarse equipos virtuales multidisciplinarios, sin importar las distancias físicas, esto es, equipos compuestos por individuos separados por distancias enormes, a veces residenciados en países antípodas, y sin importar el reloj, porque internet no tiene horarios de trabajo, ni festivos. La inteligencia se potencia por suma y complemento.

Y en esa memoria gigante encontramos multitud de respuestas, y la pretensión, alcanzable por supuesto, es que encontraremos todas las respuestas conocidas. Sin tener inteligencia al estilo humano, internet es capaz de simularla y de responder infinidad de preguntas, o de resolver infinidad de problemas. Con el tiempo, nada escapará a su dominio: el hombre terminará encontrando en la red todas las soluciones conocidas en ese momento. Y también, no cabe duda, proporcionará algoritmos inteligentes para la ayuda en la toma de decisiones, y para la solución de problemas nuevos. En potencia, internet podrá contener todas las soluciones que la humanidad conozca en cada instante, en cuyo caso el análisis inteligente y la inferencia se cambiarán por una búsqueda eficiente: si uno desconoce la solución de un problema, basta hacer la consulta respectiva. Y de este modo se economiza pensamiento, al tiempo que se aumenta notablemente la velocidad de operación. Debemos, eso sí, capacitarnos para formular las preguntas y comprender las respuestas.

Internet es políglota, lo que la pone al alcance de todos los humanos, sin distinción de lenguas, aunque se privilegia el inglés, la lengua nativa de la red. Por eso es fácil predecir que el idioma universal, el tan deseado esperanto, por circunstancias fortuitas, será el inglés. Y los equipos de trabajo, multidisciplinarios, multilingüísticos y multinacionales se integrarán alrededor de ese idioma: ese será el aglutinante que evitará caer en una torre de Babel incomunicada.