La magia de Lionel Messi

Antonio Vélez

Los humanos somos con holgura los mejores manipuladores de objetos del reino animal, y somos la especie que exhibe la mayor y más consistente preferencia por una de las dos extremidades. En las sociedades humanas se ha observado que un 90 % de la gente utiliza con preferencia la mano derecha. Creen algunos antropólogos que el origen de esta asimetría pudo originarse a partir de la ventaja que representaba, cuando ya éramos fabricantes de herramientas, el hecho de usar una mano para sostener los objetos y la otra para modificarlos. La influencia genética queda patente cuando se sabe que la probabilidad de que un hijo resulte zurdo es el doble de la normal si ambos padres lo son. También se sabe que hay más zurdos entre los mellizos, y que hay más zurdos que zurdas.

El mundo natural es dextrista: si una persona maneja por igual ambas manos, se lo llama ambidextro, no ambizurdo. Más aún, los zurdos fueron severamente discriminados entre los siglos XVIII y XIX, y en la adultez tenían menos posibilidades de casarse, fenómeno que declinó en el siglo XX, lo que liberó a los zurdos de tener que convertirse a la fuerza en diestros, diestros sin destreza. Un enigma no explicado aún es que entre los virtuosos del violín no hay zurdos. Y dicen, aunque la fuente no es muy confiable, que los diestros viven en promedio nueve años más que los zurdos. ¡La naturaleza siempre tan injusta!

Y por ser minoría, a los zurdos se los ha discriminado, de allí que lo siniestro, es decir, lo que está a la izquierda, haya extendido su significado para incluir lo malo, lo vicioso, lo aciago. Durante la Edad Media muchas mujeres terminaron en la hoguera acusadas de prácticas satánicas por el solo hecho de ser zurdas. Por contraste, cuando una persona representa para nosotros una gran ayuda, la llamamos nuestra mano derecha.

En algunos deportes la proporción de diestros no es la misma de la población general, sino que muestra abundancia de zurdos. En la esgrima, el boxeo y el tenis de mesa, por ejemplo, el número de zurdos supera la media de la población general, y más de la cuarta parte de los jugadores de béisbol profesional son zurdos. En el tenis, en cambio, el asunto parece equilibrado. Y en el golf, los zurdos exitosos apenas llegan al 4 %. Sin embargo, en el fútbol la proporción de zurdos supera con holgura la de la población general, lo que plantea un interrogante: ¿será que para la práctica de este deporte ser zurdo representa una ventaja? O ¿será que los zurdos son más hábiles?

Tratando de explicar la magia de Messi y Maradona, algunos creen que, en realidad, los zurdos sí pueden tener una ventaja en el manejo del balón. Para comenzar, se argumenta que los zurdos habitan un mundo lleno de objetos diseñados para los diestros, que son mayoría, lo que los obliga desde niños a realizar multitud de operaciones superando dicha desventaja. Desarrollan por las malas más capacidad de adaptación a un mundo que no está “hecho para ellos”, un mundo diestro, “hostil”. Por otro lado, los zurdos, al ser minoría, repetidamente deben enfrentarse con diestros, que son mayoría, mientras que estos lo hacen casi siempre frente a diestros. Rafael Nadal ha jugado incómodo el 90 % del tiempo, frente a diestros, mientras que Roger Federer, solo el 10 % de sus partidos los ha jugado incómodo, contra zurdos, y cómodo el 90 % restante.

Durante esa lucha asimétrica, dicen los analistas, el control motriz del cerebro del zurdo se ve exigido al máximo con mayor frecuencia que el del diestro, y las neuronas encargadas de la motricidad se interconectan de una manera más compleja. En consecuencia, a la larga, el zurdo saca ventajas de la asimetría. Y, entonces, preguntamos, ¿de dónde sale la magia de Pelé y Neymar? Pues bien –respondemos–, al ser muy grande la población de diestros, el puro azar termina por regalarnos algunos superdotados.