En la ventana
La ley de los sueños
02 de Junio de 2011
Cristina Castro
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Pocas veces el curso de las grandes reformas del Estado sucede como hoy en EE UU. El presidente Obama salió hace algunas semanas a las calles a pedirle al pueblo que presione para que se apruebe la reforma migratoria, una iniciativa que está represada en el Congreso desde hace varios meses. El “Dream Act” podría ser una de las salidas de su actual encrucijada.
Obama sabe que en el fondo el tema migratorio puede ser un gran obstáculo para su reelección. Este ha sido una de las banderas de su gobierno, muy valiosa en la comunidad de hispanos, que tienen un peso bastante importante en términos electorales. Pero también es uno de los asuntos más sensibles para los norteamericanos, que sienten que deben cerrar un poco más las fronteras, para garantizar la seguridad y los derechos sociales.
Hay quienes dicen que Obama no está tan a favor de los derechos de los inmigrantes como afirman sus discursos. Por un lado, en EE UU nunca se habían realizado tantas deportaciones como hoy. En los últimos dos años, se ha llegado a un número récord de 800.000. Por otro lado, él mismo ha reconocido que la frontera con México no ha estado jamás tan vigilada como ahora, con 20.000 agentes de la Patrulla Fronteriza, 1.200 soldados de la Guardia Nacional y aviones no tripulados de “vigilancia”.
Esa afirmación es injusta, pues estos casos están asociados principalmente con la inmigración ilegal; cuando lo que busca el Presidente es hacer más fácil la regularización de quienes habitan en EE UU y no promover su ingreso y permanencia irregular en el país. Y ha sido el mismo Obama quien se ha opuesto a iniciativas restrictivas como la ley que se aprobó en Arizona el año pasado.
La norma que podría comenzar a resolver esa “pesadilla” es el “Dream Act”, una iniciativa que fue introducida en el Congreso por tercera vez. Con esta ley los buenos estudiantes que se gradúen de bachillerato en EE UU y que no tengan residencia legal en ese país podrían aplicar a esta, por un periodo de seis años. Esto les permitiría obtener su diploma universitario. La iniciativa no es una revolución, pero sería un gran primer paso, no solo para muchos inmigrantes, sino también para los sueños de Obama.
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