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Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

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Cultura y Derecho


La hora de preparar el cambio

25 de Noviembre de 2011

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José Arizala

José Arizala

Especial para ÁMBITO JURÍDICO

www.sendrosdelbosque.blogspot.com

 

 

 

Los  años de predominio del Pacto de Ralito comienzan a caer en la caneca de la historia. Un grupo de terratenientes y ricos empresarios se reunió el 23 de julio del 2001 en dicho corregimiento, para “Refundar la patria”. El medio: destruir los frentes guerrilleros que habían iniciado su accionar, por lo menos, a partir de la década de los sesenta. Pero no contentos con ello, los cruzados de Ralito decidieron extender su respuesta sangrienta a toda la izquierda colombiana, fuera esta pacífica o violenta, liberal, populista o marxista, incluyendo como víctimas a periodistas, jueces, profesores universitarios, académicos…

 

La divulgación por parte de los izquierdistas de sus concepciones políticas y filosóficas y, por consiguiente, de su lucha por tales objetivos, fueron señalados por los “refundadores” como subversivos y anti-patriotas. No faltó el alto funcionario del DAS que afirmara que “matar comunistas no es delito” y que ante la mirada cómplice de las autoridades se importara a expertos en atentados y masacres.

 

El primer gran golpe que sufrieron los complotados de Ralito se los propinó la Corte Constitucional, al negar la posibilidad de un tercer periodo presidencial de Uribe Vélez. El segundo fue la elección de Juan Manuel Santos, y el tercero, la derrota de muchos de los candidatos uribistas más prominentes, en las elecciones del pasado 30 de octubre, y el triunfo en alcaldías y gobernaciones de dirigentes populares y progresistas, como Gustavo Petro y Sergio Fajardo. Estos hechos parecen despejar un tanto las sombras del paramilitarismo y la corrupción que se han enseñoreado durante décadas en la vida nacional.

 

Un paso importante en la política colombiana ha sido la elección de Gustavo Petro como Alcalde de Bogotá. Triunfo que no surgió de la noche a la mañana, ni del mérito de una sola persona, sino de un gran esfuerzo del Polo Democrático Alternativo (PDA) durante más de ocho años en que ha dirigido los destinos de la capital del país. Incluyendo la brillante campaña presidencial del jurista Carlos Gaviria Díaz y la destacada labor de la alcaldesa Clara López Obregón.

 

El PDA ha aportado a las funciones de gobierno y, por lo tanto, a la política colombiana del último tiempo, un elemento nuevo de gran importancia: el esfuerzo por resolver los problemas sociales que agobian a nuestra población: el hambre, el desempleo, la falta de atención médica adecuada, la ausencia de educación de calidad y la falta de participación popular en las decisiones de la democracia. Tal como lo reafirmara en su reciente campaña su candidato a la alcaldía, Aurelio Suárez. Lo bueno y lo mejor de la política del PDA ha sido el alto grado de realización y concreción de su programa social logrado en Bogotá en sus años de gobierno.

 

Centenares de miles de bogotanos han reconocido la labor política de Gustavo Petro: su enfrentamiento al paramilitarismo y la represión; el desenmascaramiento de la corrupción del régimen uribista y de los hermanos Moreno Rojas, del PDA; su anhelo de cambio y de transformación, como lo reiteró en su discurso de agradecimiento a los electores que le dieron la victoria, y su propuesta de extender su Movimiento Progresista a todo el país.

 

Lo que interesa destacar es que el proceso de cambio político e ideológico del pueblo colombiano continúa y se profundiza con el aporte de nuevas fuerzas. Por ejemplo, en el gobierno de “unidad nacional”, de Juan Manuel Santos, comienza a surgir una tendencia diferente a la actitud del actual Presidente, encabezada por Angelino Garzón, dirigida a plantear el problema social como algo vital y necesario de resolver para disminuir la tremenda desigualdad económica y social de los colombianos de ayer y de hoy. En mi opinión, debemos esperar una vasta alianza de las diferentes tendencias progresistas, entre las cuales estaría, desde luego, el PDA.

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