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Actualizado hace 25 minutes | ISSN: 2805-6396

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ETC / Cultura y Derecho


La Guerra Fría en la pantalla chica

03 de Octubre de 2014

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Nota:
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Andrés Mejía Vergnaud

Analista político

andresmejiav@gmail.com

Twitter: @AndresMejiaV

 

 

Tal vez solo quienes nacimos a principios de los setenta (y antes) recordamos cómo era vivir en un mundo que en cualquier momento iba a ser aniquilado en un holocausto nuclear. No es exageración: desde los años sesenta, el arsenal atómico de las dos superpotencias, EE UU y la URSS, habría bastado para aniquilar a buena parte de la humanidad o a toda ella. O para haber dejado a los sobrevivientes un mundo verdaderamente tétrico e indeseable. Y era bien sabido que cada una de las potencias tenía capacidad de reacción inmediata: si una de ellas disparaba, la otra lo haría inmediatamente: el escalamiento del conflicto sería cuestión de segundos, y en pocas horas se habría aniquilado el planeta. Un pequeño incidente, un malentendido, un error técnico, cualquier pequeño e insignificante detalle podría haber desencadenado la guerra nuclear. Era el mundo de la Guerra Fría.

 

Esa impresionante etapa de la historia contemporánea ha llegado a la pantalla chica recientemente, gracias a un ejercicio de ficción histórica para televisión que seguramente los lectores encontrarán fascinante: se trata de la serie The americans, la cual está disponible en Netflix, con subtítulos en español. Fue escrita por Joe Weisberg, quien trabajó en la CIA.

 

Como aclarábamos, el contexto es histórico, pero es una obra de ficción. Narra la historia de dos agentes soviéticos de la KGB infiltrados en EE UU, a quienes se les ha encargado la misión de vivir como una típica pareja estadounidense, para poder ejecutar con más discreción sus misiones. Así, viven en una casa en los suburbios, tienen hijos, uno de ellos juega hockey, y le llevan brownies al vecino nuevo. Inclusive, para reforzar la credibilidad de su fachada, se les prohibió hablar ruso desde el momento en que salieron de la URSS. Trabajan como dueños y gerentes de una pequeña agencia de viajes. Van al mall, desayunan cereales en la cocina, y hacen lo que cualquier familia de los suburbios estadounidenses haría.

 

La serie está ambientada en los años ochenta, y por cierto está muy bien ambientada: el vestuario, la música, los aparatos eléctricos, los automóviles, todo corresponde a aquel periodo, el cual coincide con el inicio de la presidencia de Ronald Reagan, y por tanto, con el principio del fin de la Guerra Fría.

 

Elegido en 1980 y reelegido en 1984, Reagan fue, para amigos y detractores, para quienes lo aprueban y quienes lo detestan, una de las principales figuras de la historia de EE UU. Hombre carismático y con poca educación, venía de ser actor de cine. Cuando ingresó en la política, llegó a ser gobernador de California. Y cuando alcanzó la presidencia de EE UU, se propuso sacudir las estructuras existentes en dos frentes. Primero, sacudir la economía, que venía de una década de estancamiento. Y segundo, sacudir el delicado balance de la Guerra Fría. Esta última fue su apuesta más riesgosa, y finalmente le salió bien.

 

Aquel delicado balance no era otra cosa que la idea según la cual ninguna de las dos superpotencias derrotaría a la otra, y además, en cualquier enfrentamiento estaba garantizada su destrucción total mutua. A esta conclusión, correcta en su momento, llegaron los líderes de ambos lados hacia finales de los años sesenta. Por ello era mejor una coexistencia pacífica, tal vez con algunas escaramuzas periféricas, y basada sobre todo en la disuasión nuclear: nadie se atrevería a desafiar al otro por temor a la destrucción mutua total.

 

Reagan era un hombre de corazonadas, y su instinto le decía, contra las advertencias de casi todos sus expertos asesores, que el bloque comunista estaba padeciendo gran debilidad interna. Por esto, dio lugar a una iniciativa que desafiaba aquel consenso: la de construir un escudo antimisiles. Esto sacudió los cimientos de la Guerra Fría: si un país tenía una defensa eficaz contra misiles, desaparecía la disuasión nuclear mutua, y con ella el equilibrio. Cuando las noticias sobre este proyecto se conocieron, la Guerra Fría entró en una etapa crítica, y los soviéticos empezaron a reconocer que tal vez sería el fin. Simultáneamente, estallaban en Polonia las primeras huelgas de los astilleros, un desafío frontal al control soviético de dicho país.

 

Esta es la situación que tienen que vivir los personajes de The americans: su mundo se desmorona. Esto, claro, aderezado con elementos de ficción que le dan gran interés y emoción a la serie.

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