Et cetera / Doxa y Logos
La experiencia del Derecho
09 de Marzo de 2016
Nicolás Parra n.parra24@uniandes.edu.co / @nicolasparrah |
Siempre me ha dado curiosidad entender a qué se refería Oliver Wendell Holmes Jr., el gran jurista del common law, con su declaración en su connotado ensayo La senda del Derecho, según la cual “la vida del derecho no ha sido lógica, ha sido experiencia”. Particularmente, siempre he querido entender qué significa esa palabra oxidada que utilizamos en demasía, pero que para muchos ha perdido el sentido: la experiencia.
Hay dos formas de entender la experiencia. La primera de ellas es entender la experiencia como una fuente de conocimiento, es decir, como un modo de ser predominantemente intelectual. Así entendían la noción de experiencia los filósofos empiristas británicos para quienes la experiencia cumplía la función de permitirnos conocer el mundo. En evidente contraposición a esta noción -llamémosla “intelectual de la experiencia”- los pragmatistas norteamericanos, quienes influenciaron mayoritariamente a Oliver Wendell Holmes Jr., entendían la experiencia en su dimensión “integral y contingente”, no reduciéndola a ser un medio para conocer las cosas que nos rodean, sino entendiéndola como el modo principal de ser y de relacionarse del ser humano (o del Derecho) con lo que lo rodea.
En términos metafóricos, la experiencia es aquello que nos vuelca hacia fuera y que, en ocasiones, hace que choquemos con el mundo y con los demás. Se trata, a la postre, de un viaje que nos saca de órbita antes de permitirnos regresar nuevamente. Y es un viaje no necesariamente para conocer más lo que nos rodea, sino para recordarnos que la vida de cualquier cosa –como el Derecho, en Holmes– está expuesta a elementos extraños que la transforman. La experiencia es permitir que las cosas se expongan al devenir de la contingencia, de la historia y del cambio para que fluyan libres de esa premeditación lógica y racional que equivocadamente constriñe las cosas y las somete a un punto de vista unilateral. Entonces, cuando afirmamos que “hemos tenido una experiencia” aceptamos que estamos expuestos a que las cosas nos transformen o al reconocimiento de nuestra incapacidad de transformarlas.
Los filósofos empiristas consideraban que la experiencia de la mesa era equivalente al conjunto de datos sensoriales que percibíamos sobre ella (dureza de la mesa, color, etc.). Sin embargo, los pragmatistas entendieron que la experiencia es mucho más rica que esa noción científica de la experiencia. Entendieron que la mesa es también aquello donde trabajamos y donde comemos. La experiencia humana va mucho más allá de lo inteligible: es aquello que exige de nosotros un sentido, pero también es aquello que se escapa al encarcelamiento del lenguaje.
Holmes quiere decir que el Derecho está expuesto a la contingencia, a la irracionalidad, a lo sorpresivo y, a veces, a manifestaciones a las cuales no somos capaces de darles algún sentido o significado lógico. El Derecho no siempre es una serie de premisas que enlazadas nos sugieren una conclusión inevitable, un modus ponens; el Derecho también es la historia, las relaciones de poder, la sicología, la literatura y, a veces, la locura que nos lleva a una parálisis total del sentido. Pero también, en ocasiones, es una esperanza de verdad, de justicia, de razonabilidad y de lógica.
Decir que “la vida del derecho no ha sido lógica sino experiencia” es reconocer que el Derecho está sometido a los riesgos y virtudes de la experiencia misma, de toda exposición y viaje a la que se somete una cosa que quiere chocar y abrir sus ojos a la realidad, y no cerrarlos en la oscuridad de lo inmóvil. El Derecho, como todo aquello expuesto a las vicisitudes de la experiencia, está sometido al diálogo entre el desespero y la esperanza, entre el sentido y el sinsentido. Creo que todos los abogados hemos tenido la sensación, al menos una vez, de que el Derecho nos reafirma nuestra esperanza en la justicia; pero también creo que todos, al menos una vez, hemos tenido la impresión de que el Derecho (o su aplicación) nos ha llevado al desespero de pensar que existe, como Kelsen lo intuía, una radical oposición entre el Derecho y la justicia. Esa, creo yo, es la experiencia del Derecho.
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