Opinión
La competencia en el sector cafetero
24 de Junio de 2015
José Miguel De la Calle
Magíster en Derecho (LL. M) de la Universidad de Harvard (EE UU)
Juan José Echavarría, director de la Comisión Cafetera del Gobierno, ha puesto el dedo en la llaga al señalar que la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) es un ente ineficiente que utiliza su poder oligopólico para fijar un precio bajo de compra de café a los productores nacionales. Sostiene que esta organización tiene funciones que van más allá de la tarea gremial, que resultan incompatibles con los intereses de los pequeños y medianos productores, como lo son: (i) su coparticipación en el diseño y control de los requisitos para la exportación de café (incompatible con su función de comprador de café, porque lo que se convierte en juez y parte del mercado cafetero), y (ii) la administración de los recursos parafiscales que provienen de la llamada contribución cafetera, lo que supone un desbalance frente al mercado que va por fuera de los canales de la Federación.
No nos corresponde juzgar el actual nivel de eficiencia que ofrece la FNC, mucho menos tratándose de un organismo que ha sido columna vertebral del desarrollo de nuestro país. Sin embargo, desde un plano estrictamente conceptual, hay que reconocer que los planteamientos de la mencionada Comisión encuentran eco en los pilares básicos de la libre competencia.
Dicho ámbito del derecho y de la política pública busca maximizar el beneficio de los consumidores, propiciando condiciones que promuevan la reducción de precios y el aumento constante de la calidad y la eficiencia, a través de la eliminación de barreras de entrada y la generación de condiciones uniformes que provoquen la presencia de múltiples productores y consumidores.
Así visto, el rol de la FNC pareciera estar en contravía de varios aspectos centrales del derecho de la competencia. Veamos: Para empezar, el solo hecho de que los diferentes productores federados unan esfuerzos para realizar compras y exportaciones conjuntas riñe con la aspiración de la libre competencia de que cada quien actúe de forma independiente, situación que se ve agravada con la mayor ventaja que le genera a este organismo la administración de los recursos parafiscales. En suma, la concurrencia dentro de un mismo actor de tres roles estratégicos (agente comprador, administrador de un parafiscal y gremio) colisiona con los valores de la libre competencia, porque provoca un desbalance poderoso para quienes, eventualmente, pretendieran entrar al mercado del café por fuera del sistema federado.
Adicionalmente, pareciera también tener asidero válido el señalamiento de la Comisión, que reprocha que dentro del mismo gremio se cuente con funciones regulatorias (que inciden en la definición de los requisitos para las exportaciones), y que sus órganos directivos cuenten con la participación de ministros de Estado, puesto que, como lo ha indicado la OCDE, ese tipo de condiciones especiales rompe con el principio esencial de neutralidad, que propugna por la eliminación de cualquier ventaja que favorezca a las empresas estatales sobre las demás empresas que participan en el mercado.
A lo anterior, se suma la inequidad que se genera por el hecho de que, según lo indicado por el informe de la Comisión Cafetera, cuando hace falta dinero para financiar los costos del sistema de la Federación, el Gobierno pone dichos recursos. Luego, son los contribuyentes, cafeteros o no cafeteros, quienes sirven de sustento de última instancia de los cafeteros federados, privilegiándolos frente a los no federados y frente a otros sectores de la economía.
Como lo señala Echavarría en sus intervenciones ante los medios de comunicación, desde 1989, cuando se cayó el Pacto Mundial del Café, la mayoría de los países productores han hecho tránsito a modelos de gestión más abiertos y competitivos. Colombia, por el contrario, ha mantenido la misma arquitectura institucional y ha cedido en cerca de una década más de la mitad de su producción histórica a favor de Vietnam, Brasil y otros productores.
La revisión integral del modelo de gestión del sector cafetero es una necesidad para poder transmitir los beneficios de la competencia de forma equitativa a todos los productores y comercializadores nacionales, y recuperar mayores niveles de competitividad internacional, sin necesidad de perder el know how de la Federación, ni despilfarrar la bien ganada reputación institucional de la propia FNC, de los comités de cafeteros y de sus centros de investigación e innovación.
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