Verbo y gracia
Humilde sí es pobre
26 de Octubre de 2016
Fernando Ávila
Fundación Redacción
Pregunta: Humilde no es pobre, ¿no es así?, Mario J. Otero.
Respuesta: No resisto la tentación de comenzar esta respuesta con la letra de Soberbia, canción de José A. Morales, que popularizó el dueto de Garzón y Collazos, y que en realidad habla del contrario de la soberbia: la humildad. La letra da tres ejemplos de lo que es humilde: el pobre Jesús Nazareno, el agua que baja cantando de las altas peñas y la débil violeta que se esconde por entre las zarzas. Los tres ejemplos no son más que un distractor para finalmente encarar el asunto: tú, que le pides a Jesús, que bebes el agua y que luces la violeta, eres soberbia, y yo, en cambio, que nada valgo, que nada tengo, soy humilde. Ahí se ve que en la cultura popular está muy arraigada la idea de que el humilde es el pobre, el que nada tiene.
El Diccionario, más cercano al pensamiento de la cultura cristiana occidental, dice (en la primera acepción de humildad) que humilde es quien ‘tiene propio conocimiento de sus limitaciones y actúa en consecuencia’. Este concepto ha tomado fuerza en los últimos tiempos en los cursos de realización personal, felicidad, autoestima, etc. Cualquier entrenador, gurú, consejero o asesor personal moderno comienza su trabajo por pedirle a su entrenado, pupilo, alumno o seguidor que sea humilde, lo que quiere decir, que se conozca bien, para luego trazar con eficacia su derrotero de vida, con fechas, presupuestos y metas.
Por eso no es raro que feligreses o talleristas en plan de transformación personal se presenten como humildes: me llamo Fulanito de Tal, vivo en el Chicó, soy estratega financiero de la Universidad de los Andes, tengo una empresa en Bogotá con sucursal en Miami y soy humilde. En ese contexto humilde significa, ‘me conozco, sé cuáles son mis limitaciones y trato de no ponerme metas imposibles en mi crecimiento personal’. Este concepto de humildad se maneja así incluso en la redacción de farándula, cuando al perfil del exitoso cantante, que llena el anfiteatro de la Quinta Vergara tanto como su cuenta bancaria, se le agrega la anotación de que su éxito se debe a que ha seguido siendo una persona humilde, que sabe de dónde viene.
Con el sentido de ‘pobre’, la palabra humilde comienza por usarse como eufemismo al que se recurre a diario en las noticias, en las que en vez de decir familia pobre, casa pobre, barrio pobre, se dice familia humilde, casa humilde, barrio humilde. Lo cierto es que hoy humilde tiene como significado propio también el de ‘pobre’. El Diccionario lo dice en la segunda acepción de la voz humildad: ‘inferioridad de nacimiento o de otra cualquier especie’.
La humildad, sin embargo, puede conducir a resultados opuestos. La humildad del estratega y del cantante exitoso los llevará a mayores logros y triunfos. La del pobre, sisbenizado, subsidiado y ayudado por cuanta ONG existe lo llevará a esa zona de confort en la que recibe todo sin mayor esfuerzo, y termina aumentando el universal problema del asistencialismo, que será tan difícil de resolver en el futuro como la falta de agua en el planeta. Aquí vendría a cuento el principio de que todo extremo es vicioso. Es bueno ser humilde, conocer las propias limitaciones, pero no tan humilde tan humilde que se termine siendo incapaz de hacer algo en la vida.
Los emberás
Pregunta: ¿Me puede aclarar si se dice los embera o los emberas? , Fanny del Pilar Cardona Restrepo.
Respuesta: Los emberás (con acento agudo). Los nombres de etnias, que suelen escribirse como invariables y con inicial mayúsculas, los Emberá, por influencia de los tratados alemanes de antropología, se deben escribir, según la norma de la Academia, con inicial minúscula y con plural variable, un emberá, los emberás; un nukak, los nukaks; un chibcha, los chibchas; un azteca, los aztecas; un talibán, los talibanes.
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