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Actualizado hace 10 hours | ISSN: 2805-6396

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ETC / Cultura y Derecho


Hombre contra máquina versión 2014

08 de Agosto de 2014

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Nota:
20294
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Andrés Mejía Vergnaud

Analista político

andresmejiav@gmail.com

Twitter: @AndresMejiaV

 

 

Hombre contra máquina: esta expresión sugiere una lucha, una guerra, y en efecto así es como se ha tratado en clásicos de la ciencia ficción. Pero no necesitamos ir a la ficción para encontrar el enfrentamiento del hombre contra la máquina. La vida real lo plantea, aunque la verdad no como una lucha, no como una guerra o un enfrentamiento, sino como una competencia. En efecto, podría decirse que, desde el advenimiento de la revolución industrial, las máquinas creadas por el hombre se han convertido en competidor suyo.

 

¿En qué sentido son nuestro competidor? En cuanto ellas realizan labores que solían ser realizadas por humanos, y en algunos casos, más rápido, mejor, con menos margen de error y a menor costo. Es así como desde la revolución industrial, algunos renglones de actividad humana han venido a ser reemplazados por el poder de la máquina, y ello ha sido denunciado y lamentado por quienes temen a lo nuevo y añoran siempre la seguridad que les da el presente que ya conocen, así sea un presente de miseria, de mediocridad y de malnutrición.

 

Pues bien: como el lector podrá imaginarse, la competencia entre hombre y máquina ha vuelto al escenario del mundo, con el increíble avance en las tecnologías de la información.

 

Han aparecido recientemente libros que tratan este tema, algunos mucho mejores que otros. No podría dejar de recomendar Average is over (algo así como El fin de lo promedio), del economista Tyler Cowen, muy conocido por el blog de economía Marginal Revolution. Aun cuando hombre vs máquina no es el tema del libro, aparece tratado de manera muy importante. Para Cowen, una característica de la economía futura será la división social entre una minoría altísimamente educada que desempeña los trabajos mejor pagados, y una gran mayoría de personas que realizan oficios de menor remuneración y, sobre todo, viven en la angustia de tener que competir con máquinas que podrían hacer mejor su trabajo.

 

Pero tal vez el libro más importante sobre el tema es The second machine age (La segunda era de las máquinas), de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, profesores de la Escuela Sloan de Gerencia de MIT.

 

El desafío que se plantea el libro empieza así: en la revolución industrial, el poder de la máquina reemplazó al poder del músculo. En la revolución informática, el poder de la máquina aspira a reemplazar el poder del cerebro: “Los computadores y otros avances digitales están haciendo con el poder mental –con nuestra capacidad cerebral de entender y forjar nuestro entorno– lo que la máquina de vapor y sus descendientes hicieron con la fuerza muscular”. El propósito del libro es entender cómo ocurrirá esto, y cómo cambiará nuestra forma de vivir y trabajar. Este último aspecto tal vez sea el más importante, porque lo que podría anticiparse es que todos aquellos trabajos que puedan reemplazarse por trabajo computarizado van a desaparecer.

 

Los computadores, sabemos bien, no son nada nuevo. ¿Por qué entonces –podría alguien preguntar– hacer este escándalo ahora, cuando desde hace cuatro décadas vivimos con computadores? La respuesta se remite a que durante estas décadas siempre hemos visto a los computadores como herramientas, jamás como rivales. Y en buena medida esto ha sido porque creemos que los computadores no tienen y no pueden tener ciertas capacidades que vemos como propiamente humanas: la comprensión de los entornos y la toma de decisiones, por ejemplo. Viene a la memoria la muy influyente obra What computers can’t do (Lo que los computadores no pueden hacer) de Hubert Dreyfus.

 

Pero parecería ser que ciertos desarrollos contemporáneos sí tienen esas capacidades que considerábamos exclusivas del ser humano. Los autores citan dos ejemplos: la famosa aplicación Siri y los automóviles sin chofer de Google. Estos últimos, en particular, realizan tareas de reconocimiento del entorno muy complejas, y toman decisiones. Y su tasa de accidentalidad es muy inferior a la de los conductores humanos.

 

Hay sin embargo algo curioso: durante décadas creímos que las máquinas serían incapaces de procesos complejos de razonamiento, y más bien creímos que vendrían a realizar procesos físicos a la manera de robots. Y lo que ha pasado es lo contrario: el avance en la capacidad automatizada de razonamiento es muy superior al avance en motricidad robótica.

 

¿Cómo cambiará esto nuestras vidas? No daño al lector el fin del libro. Me limito a contarle que en EE UU mucho más de la mitad de las personas naturales realizan su declaración de impuestos en su casa con un software. Algo para lo que antes contrataban un contador.

 

 

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