Al margen
¡Hasta siempre!
10 de Junio de 2015
SERGIO ANDRÉS GÓMEZ
Subdirector/ÁMBITO JURÍDICO
Hace un poco más de un mes, un despacho de la Sección Segunda del Consejo de Estado ordenó realizarle un examen de aptitud mental a un ciudadano que ha interpuesto más de 200 acciones de tutela, al parecer irrazonables e injustificadas, con lo cual habría congestionado el sistema judicial.
Dice el oficio del alto tribunal que este comportamiento hace “que la administración de justicia se ocupe de situaciones que no tienen mayor relevancia jurídica ni afectación a derechos fundamentales que amparar”. Por esa razón, le pide a la Defensoría del Pueblo que realice las gestiones necesarias para que, a través del Instituto de Medicina Legal, se determine la capacidad de discernimiento del tutelante para ejercer de forma autónoma sus derechos individuales y ciudadanos.
Si resulta que el hombre está cuerdo, la propia Defensoría tendría que darle una “inducción didáctica y práctica” sobre la acción de tutela, su procedencia, su forma de presentación, su finalidad y las consecuencias de su abuso, que tan atormentado tiene a la corporación. Pero, ¿y si la loca es la administración? Es más, ¿si a la que le falta cordura es a la justicia?
Hace casi 12 años, con el inevitable temor a la hoja en blanco del que tanto se habla, comencé a escribir en este espacio que me abrió ÁMBITO JURÍDICO una vez aterricé en esta maravillosa empresa editorial, Legis, para referirme, precisamente, a esos casos que nos ponen a pensar en qué tan cuerda están la sociedad en que vivimos, las autoridades que nos gobiernan y, especialmente, los funcionarios que nos juzgan.
Inevitable recordar en este momento el primer Al margen que escribí, sobre las violaciones al derecho a la intimidad en las que habría incurrido Germán Castro Caicedo en su célebre libro La bruja, y las discusiones constitucionales que ese caso levantó. Después vinieron cantidad de temas: la injerencia del Estado en la vestimenta de las personas, las condenas en contra de animales (no animales por su actuar, sino animales animales: perros, por ejemplo –no perros por su actuar–, en fin), la definición de responsabilidades penales echando suertes, los matrimonios exprés, las iniciativas legislativas sobre temas tan trascendentales como la arepa e’huevo, el registro civil de nombres estrafalarios (como Deportivo Independiente Medellín), las nulidades procesales por la desconcentración de los jueces, ¡el derecho fundamental a la siesta!...
La lista es inagotable. Y lo mejor: no deja de crecer. Quincena tras quincena hay una historia que supera a la anterior en inverosimilitud y extravagancia, como la ley de California que obliga a los actores porno a usar gafas protectoras durante los rodajes, a la que recientemente se refirió un artículo de The Washington Post.
Los que sí se agotan son los ciclos. Y, con esta entrega, termina mi participación en este espacio, y la historia que tuve la fortuna de escribir en las páginas de Ámbito (como le decimos familiarmente), desde que ingresé como redactor, hasta hoy, cuando dejo el cargo de Subdirector, para iniciar nuevos proyectos. A todos los lectores, a quienes nos debemos como informadores, muchas gracias. Y a todos los colegas que me acompañaron, animaron y ayudaron durante todo este tiempo, mis agradecimientos por su apoyo incondicional. Será inevitable pensar en Ámbito como mi casa. ¡Hasta siempre!
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