Columnistas
¿Hacia una nueva reforma tributaria?
12 de Febrero de 2014
Juan Camilo Restrepo Exministro, abogado y economista |
Indiferencia de lo que sucedió recientemente en la campaña presidencial de Chile, donde la señora Bachelet (con gran honestidad intelectual) habló explícitamente sobre la necesidad de realizar una reforma tributaria, en Colombia guardamos silencio piadoso sobre este tema. Los diversos partidos y el Gobierno mantienen cauteloso mutismo sobre el asunto, quizás pensando que agitar el tema fiscal es políticamente incorrecto en un año electoral.
Pero cuando se miran las cosas con frialdad, estas nos muestran que casi inexorablemente tendremos necesidad de afrontar una nueva reforma tributaria en el 2015. Mejor, pues, que nos vayamos preparando.
Muchas razones apuntan en esta dirección:
Algunos partidos están proponiendo iniciativas que comportan gasto fiscal enorme en el evento de que se les lleve a la práctica. Tal es el caso, por ejemplo, del Partido Liberal, que está planteando una rebaja grande en el precio de los combustibles. Si esta iniciativa se concreta, inexorablemente habrá que compensarla con mayores ingresos, lo que solo podrá venir de nuevos impuestos.
El año entrante expira el impuesto a las transacciones financieras (que fue prorrogado por un año no más), lo mismo que el impuesto al patrimonio. A no ser que se prorroguen indefinidamente estos dos tributos, su expiración dejará un hueco no inferior a 6 billones de pesos a partir del 2015. Monto que naturalmente habrá que compensarse, si no queremos destrozar las cuentas fiscales del país.
Los resultados de la última reforma tributaria dejan también mucho que desear en términos de recaudos. Hace poco, el propio director de la Dian, Ricardo Ortega, manifestó por televisión que solo por concepto de evasión en el recaudo del IMAN se iban a perder cerca de 700.000 millones de pesos este año. Resta por evaluar también cómo será el comportamiento del impuesto a la renta (CREE) a lo largo del 2014. Esto solo lo sabremos al finalizar el año. Pero todo hace pensar que estará muy por debajo de las expectativas que se habían estimado inicialmente. La terrible, confusa y cambiante reglamentación que ha proferido la DIAN para administrar este nuevo tributo no hace presagiar buenos resultados.
Además, es evidente, y ya está suficientemente documentado, que la última reforma tributaria les recargó la mano durísimamente a las personas naturales, al paso que mantuvo un sesgo supremamente benigno para las rentas de capital.
No hay que descartar, por tanto, que el nuevo Congreso, con una composición política diferente de la actual y con un mandato fresco, busque modificar este sesgo de la reforma tributaria del 2012. Y si lo hace, ello significará menos ingresos tributarios que habrá que compensar con nuevos impuestos.
Otra razón por la cual hay que ir pensando que es inevitable una nueva reforma tributaria a partir del 2015 es que en la vigencia fiscal en curso, es decir, en el 2014, entra a regir la camisa de fuerza de la “regla fiscal”, que implica (L. 1473/11, art. 5º) que por primera vez en la historia fiscal del país, “el Gobierno Nacional seguirá una senda decreciente anual del déficit en el balance fiscal estructural, que le permita alcanzar un déficit estructural del 2,3 % del PIB o menos en el 2014…”
O sea, dicho en buen romance: que si por cualquier motivo caen o se merman los ingresos fiscales de la Nación, inexorablemente hay que compensar dicha reducción con más impuestos, pues no se puede aumentar el déficit con mayor endeudamiento.
Por último: el 2014 debería ser el año de la paz. Hacia allá apuntan las conversaciones que se adelantan en La Habana. Y si la esquiva paz se alcanza en Colombia, lo cual habrá que celebrarse desde luego, ello no será gratis. A partir del momento en que se firmen los acuerdos, se entreguen las armas y se depongan los espíritus, las cosas, fiscalmente hablando, no terminan, sino que comienzan. Habrá que financiar un posconflicto que tendrá un costo fiscal gigantesco, que valdrá la pena asumir por supuesto, pero para el cual no hay ninguna previsión presupuestal preparada.
Así se reconoce paladinamente en el último “Marco Fiscal de Mediano Plazo” (2013), un documento que, sobre el escenario de gastos a mediano plazo, dice no incluir “recursos destinados a garantizar los acuerdos de una eventual negociación exitosa de los diálogos de paz de La Habana. Cambios significativos en cualquiera de estos aspectos requerirían una revisión de los ingresos con el fin de asegurar los recursos consistentes con las necesidades de financiamiento de la Nación”.
Es decir, también en buen romance: si hay paz, habrá inexorablemente una nueva reforma tributaria. Mejor entonces irnos preparando para ella. Así piadosamente no se hable del tema durante la campaña electoral en curso.
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