Cultura y Derecho
Guía al mundo de las mentiras
28 de Septiembre de 2016
Andrés Mejía Vergnaud
@AndresMejiaV
No participo, y espero nunca participar, de la nostalgia sin razón por los tiempos pasados. Menos aún permitiría que esa nostalgia, como sucede con muchas personas, me impidiera apreciar los grandes avances que ha hecho la humanidad en numerosas materias. Soy consciente también de los retrocesos, pero no por ello dejo de admirar la inventiva humana y su ilimitada facultad de crear cosas extraordinarias. Eso sí, espero tener la capacidad de reconocer cómo esas nuevas invenciones cambian nuestras maneras de vivir y de pensar. Y también la capacidad de ver cuándo, por razón de nuestra lenta adaptación a los cambios, nos vamos quedando atrás en el uso de algunas competencias.
Así, por ejemplo, no voy a ser jamás de esos nostálgicos que se quejan insistentemente por el modo como ha cambiado nuestra manera de buscar y de obtener información. ¿Que ahora recibimos información de numerosas fuentes? Sí, cosa que ha ampliado nuestros horizontes y nuestras posibilidades analíticas. ¿Que ahora la información se genera de manera colaborativa, estilo Wikipedia, y no con las jerarquías de autoridad usuales en otros tiempos? Claro que sí, y celebro que así sea, pues ello beneficia el proceso de construcción del conocimiento, haciéndolo más susceptible de superar su propia falibilidad, y acercándolo más a todos los públicos.
Celebro estos tiempos, en los que cualquier joven puede acceder al conocimiento a través de su celular: estos tiempos en los que la información va hacia la gente, y no se requiere ya que sea la gente la que tenga que esforzarse en acceder a fuentes de conocimiento costosas y limitadas. Me gusta también el hecho de que, para saber lo que pasa en el mundo, no dependamos ya de los medios tradicionales de comunicación: nada tengo contra ellos, pero en cualquier campo de la vida es aconsejable la diversificación y la eliminación de intermediarios. El hecho de que a través de redes sociales se pueda conocer lo que está ocurriendo, y conocerlo desde muchos puntos de vista, no puedo más que hallarlo ventajoso.
Pero como en todo, adaptarnos nos cuesta. Y por más que nos hemos beneficiado de esta avalancha un poco desordenada pero abundante de información, se nos ha dificultado ejercer sobre ella una disciplina que era más fácil aplicar sobre la información a la que accedíamos por los formatos anteriores: el análisis crítico, el pensamiento crítico, la recepción crítica de lo que nos llega. Por ello, esa abundancia de información tiene un costo: la posibilidad de caer más fácilmente en mentiras o en engaños.
Quien hace tres o cuatro décadas, por ejemplo, se sentaba con calma a leer el periódico en la mañana, y con tiempo y paciencia examinaba las noticias y leía las cifras económicas, podía detectar en ambos casos falacias argumentativas, o errores de aritmética o de estadística. Hoy nos movemos rápidamente, y si vemos un gráfico o una cifra, lo que queremos saber rápidamente es su interpretación. Y rara vez nos tomamos el tiempo de analizarlo de manera crítica. He encontrado, por ejemplo, cifras porcentuales cuya adición suma más de 100 %. He encontrado también gráficos en los cuales, mediante la manipulación sutil del eje vertical, se hace que una cifra transmita un mensaje que no necesariamente se infiere de ella.
Urge entonces un llamado a la resurrección del análisis crítico de la información, y su adaptación a los nuevos tiempos. Este llamado lo asume Daniel Levitin en su libro A Field Guide to Lies (Guía de campo, o guía práctica, sobre la mentira), publicado apenas hace un mes, y que seguramente llegará pronto al mercado hispanohablante.
Daniel Levitin es sicólogo. Estudió primero en la Universidad de Stanford, y luego hizo su maestría y su doctorado en la Universidad de Oregon. Hoy es profesor de la Universidad McGill, de Canadá. En su libro, Levitin aborda las principales fuentes de error en las que estamos incurriendo por falta de análisis crítico: los errores numéricos, y las falacias argumentativas. Los primeros son, en mi opinión, los más peligrosos, por cuanto su análisis suele requerir, en ocasiones, mucha penetración crítica, y algo de conocimientos básicos en estadística. Muchos periodistas gustan de convertir una cifra en noticia, y al hacerlo cometen errores como exagerar lo que significa un promedio. Así, si un estudio mostrase que en la expectativa promedio de vida masculina es de 80 años y la femenina de 82, bien podríamos ver un titular que diga “Hombres viven 80 años y mujeres 82”.
Sobre el autor hay un dato bastante curioso: además de su actividad científica, Levitin ha estado vinculado al mundo de la música: aprendió ingeniería de sonido, y ha trabajado en producción musical, incluso con artistas de la talla de Stevie Wonder. Y claro, ha combinado esos dos aspectos de su vida profesional, por ejemplo en su libro Así es tu cerebro con música. Vale la pena, entonces, prestar atención a este llamado para adaptar el pensamiento crítico a las nuevas realidades de obtención del conocimiento.
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