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Actualizado hace 4 hours | ISSN: 2805-6396

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Crítica literaria


Gabriel García Márquez, una revolución en la lectura

28 de Febrero de 2014

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Juan Gustavo Cobo Borda Juan Gustavo Cobo Borda

 

La única campaña exitosa de promoción de la lectura no solo en Colombia, sino en Latinoamérica toda, la realizó un autodidacta nacido en una población secundaria del Caribe colombiano. Fue tal su fidelidad a sus historias familiares, a las leyendas y supersticiones de su terruño, a esas mezclas entre un país anacrónico y a unas técnicas narrativas modernas, que el periodista y crítico de cine vio cómo sus obsesiones y pesadillas terminaban por exigirle una entrega sin excusas solo a los fantasmas del pasado. Guerras civiles, duelos de honor, prejuicios sociales y machismo activo.

 

La primera edición de Cien años de soledad apareció en 1967 en Sudamericana de Buenos Aires. En el mismo 1967, aparecieron la segunda, la tercera y la cuarta edición. Y al año siguiente, 1968, la quinta, la sexta, la séptima, la octava, la novena y la décima. En el 69 ya iba en la dieciséis y en 1970, en la veinte. Cuatro años después, en 1974, se alcanzaba la edición número treinta y nueve. Las primeras cien ediciones, en la Editorial Sudamericana, se celebran en 1985 con una reedición especial.

 

En el 2007, en Cartagena de Indias, con motivo de sus ochenta años, el propio Gabriel García Márquez, al hablar de Cien años de soledad mencionará cómo esta novela “ha pasado ante los ojos de cincuenta veces un millón de lectores”.

 

“Las ediciones tradicionales de tres mil ejemplares”, como las llamó Ángel Rama en El boom en perspectiva (1981), página 53, habían sido sustituidas por tirajes masivos, que normalmente llegaban a los cien mil.

 

Esto daría origen, en 1966, a un libro anunciador de este auge y que, escrito por Luis Harss, titulado Los nuestros y publicado por Sudamericana de Buenos Aires, presentaba e interrogaba a diez figuras: Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Joao Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

 

Hoy solo sobreviven los dos últimos, premios Nobel de 1982 y 2010, respectivamente.

 

En el caso de García Márquez, no hay quizás una enciclopedia más vasta y más detallada sobre la cultura colombiana. Y, en verdad, sobre Latinoamérica toda.

 

Apunto solo algunos rasgos. La relación entre la costa y el interior. Cuando Fernanda del Carpio llega a la casa de los Buendía, con sus aires de cachaca mandona, comienza la entropía. Una casa que se cierra sobre sí misma, se clausura en el formalismo. Se sirve la cena, con toda la vajilla de lujo, todos los perendengues, y no hay nada qué comer.

 

Serán las amantes de la casa chica las que proporcionen las vituallas, humillando a la titular. No hay literatura más subversiva en relación con prejuicios y códigos de distinción, de clase y rango.

 

No olvidemos las horas en que van a misa liberales y conservadores. Para no ser vistos o para ser ostentosamente reconocidos. Y no descuidemos Crónica de una muerte anunciada, sustentada en el honor de la virginidad como pilar del matrimonio. O en El general en su laberinto, donde el Bolívar, mulato y malhablado, trae consigo todas sus huestes de parientes venezolanos y de tropa cerrera y a caballo. También su definida postura ante un imperialismo invasor como el que representa la United Fruit en sus explotaciones bananeras de la región de Santa Marta. Región donde existía una finca ya mítica llamada Macondo.

 

Hay otro tema que parece decisivo analizar. Si vemos Los funerales de la Mama Grande, El otoño del patriarca, Cien años de soledad, El general en su laberinto y El amor en los tiempos del cólera como una única y larga frase, podemos concluir que ella se cierra sobre sí misma, clausurando el futuro. Un dictador omnipotente que no puede escapar al tiempo de la eternidad y que no logra colarse en la historia.

 

Un barco que va y viene, sin lograr desembarcar, aunque lleve en su interior un amor senil, en medio de la peste. Consumado por fin, pero con la máscara de la muerte ya dibujándose sobre los huesos aguzados del rostro.

 

No es de extrañar entonces que un escritor de la India como Salman Rushdie o un premio Nobel del 2012 como el chino Mo Yan aseguren que la lectura de unas pocas frases de Gabriel García Márquez los impactó de tal modo que se constituyeron en su impulso inicial para escribir.

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