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Actualizado hace 11 hours | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y…


Fósiles vivientes

05 de Septiembre de 2014

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 Antonio Vélez

Antonio Vélez

 

 

 

 

 

 

La cultura, al igual que las especies vivas, conserva a veces especímenes anacrónicos, mal diseñados, pero que siguen con vida. En biología se los llama fósiles vivientes. Los celacantos, peces de las profundidades abisales, son uno de los principales representantes de este grupo, y también lo son los dragones de Komodo, reptiles que parecen recuperados del tiempo de los dinosaurios.

 

Los museos de antigüedades, el equivalente cultural de los estratos sedimentarios que tanto emocionan a los geólogos, se han encargado de recoger en sus salones los fósiles tecnológicos: dispositivos superados por otros más funcionales, instrumentos absurdos, lenguajes de programación extinguidos, máquinas inútiles, artilugios pasados de moda, máquinas de movimiento perpetuo en perpetuo reposo... Hoy también descansan en paz en las vitrinas empolvadas las reglas de cálculo, los tubos de vacío, los discos de acetato, los tocadiscos, los casetes, los linotipos, el telégrafo, las cámaras fotográficas y cinematográficas con película de celuloide…

 

En el mundo de la cultura existe multitud de entes que llegaron a su forma óptima y no volvieron a cambiar sustancialmente. Son viejos saludables: cucharas, tenedores, cuchillos, cepillos de dientes, peinillas, botellas, alfabetos, notación musical. Y hay viejos saludables, pero inútiles: algunas funciones trigonométricas y todas las hiperbólicas, motores de explosión, pelucas para jueces, cartas astrales y sus ingenuos lectores, títulos nobiliarios, prohibiciones alimenticias de origen religioso, normas de urbanidad (besar anillos y hacer genuflexiones al saludar a sus majestades)… Y más de diez mil sectas y religiones.

 

Así mismo, existen reliquias o fósiles culturales aún vivos, pero en agonía: diccionarios y enciclopedias, directorios telefónicos, máquinas de escribir, teléfonos fijos, carburadores, papel carbón, chequeras, homeopatía y otras medicinas seudocientíficas. Y en la escritura del español existen letras mudas, que no suenan ni truenan: haches, la u después de la q, la m de mnemotecnia, la g de gnomo y la p de psicología, pterodáctilo y psoriasis.

 

Los teclados de los computadores están plagados de errores de diseño. Para el español, la q debería siempre llevar la u incorporada. La a y la e, las letras de mayor frecuencia, son accionadas por los dedos más torpes: el meñique y el anular de la mano izquierda, respectivamente. En cambio la k, inútil en español, es accionada por uno de los dedos más hábiles. Y hay más errores, pero, por desgracia, ya es tarde para corregirlos.

 

Los espejos laterales de los autos sobresalen más de la cuenta, lo que constituye un problema en los parqueaderos, pues la gente que pasa por entre los autos se tropieza en ellos. Podrían ser más estrechos, alargados y menos sobresalientes. La luz interior de los automóviles se caracteriza porque no ilumina lo suficiente, problema que parece bien fácil de resolver, e igual ocurre con la luz del baúl. Y hablando de autos, los tamaños son exagerados, en particular su anchura. Si bien se analiza, los asientos delanteros, para dos personas, son demasiado generosos en espacio lateral. Si se rediseñaran, por lo menos en los autos pequeños de cuatro pasajeros, bien fácil sería disminuir la anchura del vehículo unos 30 o 40 centímetros, con el consiguiente ahorro de espacio en garajes y parqueaderos, y de combustible, y bajarían de precio al disminuir sensiblemente la materia prima.

 

El tamaño de los billetes es exageradamente grande. Podrían reducirse considerablemente y serían más cómodos para llevar consigo y más económicos de fabricar, a la vez que las billeteras, en consonancia con su contenido, disminuirían de tamaño y de precio, y con ellas, también los bolsillos. Las monedas padecen del mismo defecto: pesadas, estorbosas, costosas de producir. ¿Hasta cuándo?

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