Cultura y Derecho
Filosofía del lobo (XIX)
30 de Junio de 2011
José Arizala http://www.senderosdelbosque.blogspot.com/
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Thomas Hobbes nació en Masnelbury en 1588 y murió en 1679, es decir, 90 años después. Contemporáneo de la Revolución Inglesa y de la dictadura de Cromwel. Su reflexión sobre estos graves acontecimientos en Inglaterra lo convirtió en filósofo del Estado y del Derecho, uno de los mayores de la historia.
Su poderosa mente quiso abarcarlo todo, desde la lógica y la física hasta el funcionamiento de los órganos humanos. Realizó un análisis profundo de la sociedad, elaboró principios que permanecen como guías para comprender la conducta de los individuos y de los pueblos.
El espacio que le dedica Hegel a Hobbes en su historia de la filosofía es corto. Pero plantea en breves párrafos lo esencial del pensamiento de este creador de una nueva visión del hombre y del Estado. Fue el autor de una de las máximas más certeras sobre los seres humanos: “homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre). Señaló el estado de naturaleza como el primer estadio de los seres humanos en el umbral de la historia, donde predominaba la lucha de uno contra todos y de todos contra uno, la ambición incontenible de dominar unos a otros, de sobreponer el apetito y el impulso de cada uno al de los demás, hasta el punto de afirmar que la igualdad de los hombres se manifiesta en la capacidad para matar al otro.
Escribió una panorámica de la filosofía, Elementos de filosofía. Su primera parte, De corpore, sobre la lógica y la metafísica y la mecánica, fijándose en las relaciones entre el movimiento y la magnitud. En la segunda parte, de la naturaleza del hombre, De homine, y la tercera del Estado, De cive. Su libro más famoso El Leviathan (1651), que fue prohibido, a mi manera de ver no ha sido suficientemente estudiado, a pesar de que la bibliografía sobre Hobbes no deja de crecer.
“La sociedad y el Estado son para Hobbes, lo absolutamente supremo y lo sencillamente predominante por encima de la ley y la religión positiva” (Hegel. Lecciones sobre la historia de la filosofía. T. lll p. 332. FCE. 1955). Como los lectores comprenderán esto era algo inusitado y todo lo contrario a lo aceptado hasta entonces, que no se compadecía con lo enseñado en las sagradas escrituras y el Derecho vigente. Al restarle autoridad a la religión cristiana y al Derecho positivo, pretendía Hobbes reducir la comunidad del Estado y la naturaleza del poder político “a principios que se hallan dentro de nosotros mismos y que reconocemos como propios”, lo que significa que surgen dos principios contrapuestos: la obediencia pasiva de los súbditos al rey (o al regente o soberano), cuya voluntad se torna absoluta y que se sustrae a “toda otra ley”, y el razonamiento que contiene nuestras propias determinaciones y que se llama “la sana razón”.
Lo anterior contrasta con las continuas citas de La Biblia que hace Hobbes en sus escritos, por ejemplo, el leviatán, que es en la sagrada escritura “la mayor de todas las bestias”, la utiliza para referirse al Estado. Esta obra es, sin duda, uno de los alegatos más serios que se han escrito a favor del absolutismo. La igualdad de los hombres no surge de su fortaleza, sino de la igual debilidad de todos ellos. Su debilidad debe ser compensada por el poder del Estado, capaz de rechazar la fuerza del otro con la fuerza del soberano. Entonces “el origen de toda sociedad civil hay que buscarlo en el temor mutuo de todos”. Su raíz profunda se funda en el egoísmo. Así asegura la vida, la propiedad y el goce. Son fines puramente terrenales, que no toman en cuenta, como en los tiempos modernos, la libertad del espíritu o la dignidad y la autonomía de los hombres, sin embargo, al estado de naturaleza opone el estado de razón, consistente en que el hombre se sepa dominar y sepa dominar sus impulsos inmediatos. Para Hobbes, resulta claro que los hombres no pueden permanecer en el estado de naturaleza, sino salir de él y alcanzar un estado jurídico. La manera principal para ello es acatar la ley de la razón que no es otra que la defensa de la vida propia para ganar y salvaguardar la paz.
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