13 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 24 minutes | ISSN: 2805-6396

Openx ID [25](728x110)

1/ 5

Noticias gratuitas restantes. Suscríbete y consulta actualidad jurídica al instante.

ETC / Curiosidades y…


Fe ciega II

02 de Mayo de 2014

Reproducir
Nota:
21084
Imagen
medi-110225-02-antoniovelezinterna-1509243281.jpg

Antonio Vélez

 

 

“Con razonamientos no es posible sacar a alguien de una posición a la que llegó irracionalmente”

Jonathan Swift.

 

El filósofo inglés Bertrand Russell recomendaba que al joven se le enseñase el escepticismo como parte fundamental de su educación; que se le adiestrase en la duda y en el pensamiento crítico, pues para creer estábamos bien programados. Esta recomendación cobra especial importancia durante la vida adulta, cuando la sociedad deposita en nosotros la responsabilidad capital de criticar, evaluar y acrecentar el conocimiento. Es necesario olvidar por un momento la tradición, lo aprendido en la juventud, y probar con nuevas hipótesis. Pero es labor difícil, porque nuestra naturaleza recurre a ingeniosos bloqueos o a sutiles maniobras cuando de modificar lo aprendido se trata. Unos pocos hombres, de mentes siempre adolescentes y atrevidas, se atreven a contradecir lo establecido, y se convierten en el motor de la evolución cultural. Porque la fe nunca ha servido para descubrir nuevas verdades; es sólo un mecanismo de transmisión y conservación, y como es ciego, transmite también las mentiras y los errores.

 

La credibilidad guarda proporcionalidad directa con la autoridad y prestigio de la fuente; esto es, con su jerarquía social. Sugestión del prestigio, se la llama. Cuando se discute, se utilizan con frecuencia los argumentos de autoridad para apoyar el pensamiento propio. Mientras más altas, prestigiosas y solemnes sean las autoridades invocadas, más sólidos parecerán nuestros argumentos. La gran autoridad de la Biblia fue la responsable de la injusta oposición a las propuestas heliocéntricas de Copérnico y Galileo, oposición que degeneró en juicios y amenazas de muerte contra el italiano, en el santo nombre de Dios.

 

Es obligatorio dar por cierto la mayor parte de las cosas que a diario nos presentan las personas que consideramos autorizadas, pues nuestros conocimientos y capacidades son limitados, y la vida es muy corta para validar la verdad de todo lo que nos entregan. ¿Cómo elegir entre los miles de libros publicados cada mes, los cuatro o cinco que un lector voraz alcanzará a leer en ese intervalo? Y algo parecido ocurre cuando se quiere comprar un objeto del cual existe una amplia variedad de marcas y modelos. Nuestros criterios de selección se basan, en la mayoría de los casos, en información transmitida por medio de la publicidad, que por tal motivo queda automáticamente convertida ante nosotros en una autoridad impersonal que somos incapaces de contradecir. Una conducta muy racional, con un trasfondo irracional.

 

Un acto de fe es, en el fondo, el reconocimiento de una ignorancia. La credulidad bruta sirve para llenar parte de esos vacíos. Y es que el total de nuestros conocimientos, amén de ser finito, representa un punto invisible en el universo casi infinito del saber humano. Por eso, cierta credulidad es útil y necesaria. A pesar de que la fe se considera contraria al espíritu crítico, hasta el más escéptico de los mortales se ve obligado a recurrir a ella, cada día, y varias veces al día. El medicamento acabado de comprar debe contener los compuestos que figuran en la literatura médica, y estos deben ser los apropiados para el fin prescrito; la persona que nos diagnostica debe ser un médico, aunque no tengamos a la vista los diplomas que lo acreditan.

 

Es necesario que se crea en la mayor parte de esa multitud de cosas que a diario nos presentan, pues no existe posibilidad razonable de verificar ni una fracción infinitesimal de ese gran conjunto. El vivir está esclavizado por la fe ciega, hasta un punto tal que sin la credulidad espontánea no podríamos movernos en el complicado mundo contemporáneo. ¿Qué otra alternativa tenemos? Para la vida síquica es también sano una buena dosis de credulidad, pues una desconfianza permanente nos convertiría en poco tiempo en paranoicos de clausura.

Opina, Comenta

Openx inferior flotante [28](728x90)

Openx entre contenido [29](728x110)

Openx entre contenido [72](300x250)