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Actualizado hace 3 hours | ISSN: 2805-6396

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Crítica literaria


FCE: 77 años de libros

16 de Mayo de 2012

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Juan Gustavo Cobo Borda Juan Gustavo Cobo Borda

 

Pedro Henríquez Ureña, el dominicano que admiraron tanto Borges como Sábato, lo expresó con claridad: “Si en América no han de fructificar las utopías, dónde encontrarán asilo”.

 

Y contra la pereza romántica reivindica las “severas y delicadas disciplinas del modernismo”. En ese lugar de encuentro donde una tradición nacional y un aporte extranjero se fecundan podemos “tener derecho a todos los beneficios de la cultura occidental”. Sin olvidar, como es natural, “la energía nativa”, “el juicio criollo”.

 

Pero sobre todo “el ideal de justicia debe estar antes que el ideal de cultura; es superior el hombre apasionado de justicia al que solo aspira a su propia perfección intelectual”.

 

De allí surgiría un proyecto único, fraguado entre Henríquez Ureña y Daniel Cossio Villegas, el historiador mexicano y abogado que en 1934 fundó el Fondo de Cultura Económica (FCE).

 

Se trataría de una colección llamada Tierra firme, que entre los 10.000 títulos que lleva publicado el FCE será siempre señal y guía, pues mira hacia América toda.

 

La escolástica había quedado atrás. El positivismo parecía reinar, pero América aún no se interesaba demasiado en sí misma. No nos conocemos y debemos prescindir del tutelaje europeo, sin desconocer sus frutos.

 

Allí estaría la Interpretación de Brasil, de Gilberto Freyre; Este pueblo de América, de Germán Arciniegas, y del peruano Luis Alberto Sánchez, en 1945: ¿Existe América Latina?

 

Se interroga el pasado, se hacían preguntas y Cossio Villegas, quien también había estudiado economía en universidades sajonas, percibía que las ciencias sociales eran el nuevo horizonte intelectual. Quizás no todavía en América, dependiendo de España, la madre patria, y de la madrastra admirada, Francia. Pero Cossio, que había traducido del inglés las Eneadas de Plotino, con sus altas especulaciones idealistas, también reconocía las virtudes de un sobrio empirismo. El pragmatismo de quien vuelve concreto el espíritu, con los pies en el suelo de un continente por explorar. Dos siguientes títulos, La música en Cuba, de Alejo Carpentier, y Las ideas políticas en la Argentina, del gran historiador argentino José Luis Romero, dan el tono. La adolescencia de Cossio Villegas fue marcada por la lucha entre las facciones revolucionarias. Pero ahora los jóvenes que sabían leer y escribir debían contribuir a reconstruir México y mirar más allá de las fronteras.

 

El esfuerzo fue formidable, con el apoyo, más tarde, de los exiliados españoles acogidos por Lázaro Cardenas, que consolidaron el equipo de traductores. Una mínima enumeración resulta vertiginosa. En economía, además de Marx y Engels, los dos volúmenes de Economía y sociedad, de Max Weber. En sociología, Karl Manheim y Tonnies, sin olvidar a Comte. En política y derecho, Burke, Locke, Hobbes. En filosofía, Hegel y sus Lecciones sobre la historia de la filosofía, Spinoza y su Ética y Kant: Critica de la razón pura.  Heidegger y Ser y tiempo.

 

En Jacob Burckhardt, Marc Bloch, Braudel. En la Biblioteca de Psicología y Psicoanálisis, dirigida por Eric Fromm, en un momento la correspondencia de Freud, muchos títulos de Jung y varios de Fromm como El corazón del hombre, que entre 1966 y 1984 sería reimpreso 10 veces en 171.000 ejemplares.

 

En antropología, los múltiples libros de Claude Levi Strauss de El pensamiento salvaje o El totemismo en la actualidad. Pero hay muchos autores que cruzan los límites e integran varios campos, al incentivar la curiosidad del lector.

 

Pienso en Raymond Aron, pienso en Michel Foucault, en Gaston Bachelard, en Roger Caillois, en Isaiah Berlín, en Norberto Bobbio. Y en la otra cara, que no vierte de muchas lenguas, sino que dinamiza el español con energía renovadora. Las obras de los mexicanos Juan Rulfo y Octavio Paz. Arreola, Fuentes y Sergio Pitol. Los varios títulos de Jorge Luis Borges y las obras completas de Alfonso Reyes.

 

Podríamos seguir, ad infinitum, deteniéndonos en la historia del arte, en la crítica literaria, en los libros para niños, de tanta calidad estética, o en los autores brasileños como Guimaraes Rosa, Nélida Piñón o Thiago de Melo, sin soslayar los colombianos como Carlos Gaviria o Fernando Charry Lara.

 

Pero en realidad debemos celebrar que en el barrio de la Candelaria, y con diseño de Rogelio Salmona, el Centro Cultural Gabriel Garcia Márquez, creado por el FCE de México, es el más fecundo espacio cultural en pro del libro. Una torre de Babel nada incoherente y una maquina infatigable para asomarnos, páginas tras paginas, a tantos otros mundos que están en este.

 

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