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Actualizado hace 4 hours | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y…


Experiencias cercanas a la muerte

07 de Septiembre de 2012

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Antonio Vélez

Antonio Vélez

Después de un paro cardiopulmonar se producen en el cerebro algunos cambios fisiológicos y bioquímicos degradantes de la conciencia, no obstante, otras funciones mentales pueden mantenerse activas. Si la persona se recupera, es posible que conserve algunos recuerdos de lo percibido en aquellos momentos en que estuvo pisando el umbral de la muerte, y es común que describa experiencias como la de haber cruzado un túnel luminoso, acompañadas de una sensación muy placentera. Algunos sienten que se separan del cuerpo, mientras que otros reciben la compañía de personajes de tinte religioso. Síndrome de Lázaro, lo llaman. De todos modos, los relatos corresponden a típicas alucinaciones, causadas por la falta de riego sanguíneo en el cerebro, y no, como piensan algunos esotéricos, porque el alma del enfermo levanta vuelo, se aparta del cuerpo, viaja por un momento al más allá y vive experiencias extraordinarias.

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El zoólogo Albert Heim, mientras escalaba uno de los montes alpinos, sufrió una aparatosa caída de la cual salió con vida en forma casi milagrosa. Una vez repuesto del accidente, Heim se propuso entrevistar a otros escaladores y a obreros de la construcción que habían sobrevivido a caídas potencialmente mortales. Para su sorpresa, los relatos obtenidos tenían varios puntos en común con lo que él sintió el día de su terrible experiencia, y muy similares a las narradas por otras personas que habían estado muy cerca de la muerte: un repaso rápido de los sucesos más importantes de la vida, seguido de la percepción de una intensa luz, todo ello acompañado por una serenidad y una paz interior indescriptibles.

 

Curiosamente, algunas personas que han vivido momentos de pánico a causa de grandes desastres naturales han narrado alucinaciones parecidas a las ya descritas, por lo que algunos médicos se las atribuyen a una descarga de endorfinas, los analgésicos naturales que genera el mismo cerebro, y que parecen tener un claro fin adaptativo: eliminar por un momento el dolor y así permitirnos efectuar esfuerzos sobrehumanos para salir del peligro. Dado que las experiencias descritas ocurren cuando nuestra vida está en peligro inminente, es apenas lógico que el cuerpo libere sustancias químicas dirigidas a producir un estado de calma y seguridad.

 

Por ejemplo, si nos estamos desangrando, lo peor que nos podría ocurrir sería entrar en pánico, pues esto solo aumentaría nuestro ritmo cardíaco, lo que a su vez aceleraría la pérdida de sangre. Por el contrario, si nuestro organismo genera un estado de calma y euforia, nuestro ritmo cardíaco disminuye, y la pérdida de sangre es menor, con lo que aumentan las probabilidades de sobrevivir.

 

Para ayudar a comprender que esas experiencias cercanas a la muerte, tomadas por muchos como extracorpóreas, como si de verdad cruzáramos la meta final y luego regresáramos, son reacciones naturales, fruto de cambios en nuestro cerebro, baste decir que una inyección de clorhidrato de cetamina, sustancia usada como analgésico, reproduce todos los síntomas generalmente asociados con tan extrañas experiencias.

 

Los neurólogos saben hoy que tanto el cerebro normal como el enfermo generan, con frecuencia no despreciable, extrañas sensaciones que aparecen en forma repentina, sin que el sujeto tenga conciencia de su origen. A finales del siglo XX, uno de los padres de la neurología, Hughlings Jackson, descubrió que ciertos daños en el lóbulo temporal podían producir sensaciones muy vívidas de estar situado por fuera del propio cuerpo, flotando en el espacio. Más aún, al estimular eléctricamente dichas zonas cerebrales se recreaban sensaciones similares.

 

La verdad es que el cerebro es un órgano de extrema complejidad, de tal suerte que apenas comenzamos a entenderlo, aunque más de uno simplifica el problema y se inventa experiencias paranormales.

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