14 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 10 hours | ISSN: 2805-6396

Openx ID [25](728x110)

1/ 5

Noticias gratuitas restantes. Suscríbete y consulta actualidad jurídica al instante.

Verbo y gracia


Escuelas de escritores

10 de Agosto de 2012

Reproducir
Nota:
26249
Imagen
medi-110225-04-fernandoavilainterna-1509243951.jpg
Fernado Ávila

Fernando Ávila

feravila@cable.net.co

 

Después de varios años de receso, la Universidad del Rosario ha vuelto a programar el diplomado de creación literaria, que en esta oportunidad se llama Escuela de Escritores. Son ochenta horas que incluyen la actualización en temas ortográficos y de estilo y talleres de técnicas narrativas. Como en ocasiones anteriores, estoy al frente de este programa académico.

 

La vieja pregunta de si el escritor nace o se hace representa el tradicional enfrentamiento entre quienes nos dedicamos a enseñar a escribir y quienes están convencidos de que no se puede enseñar tal cosa.

 

Recuerdo a un viejo amigo, poeta él, que sostenía tal imposibilidad y, como al que no le gusta el caldo se le dan dos tazas, la vida le dio la sorpresa de hacerlo decano de una facultad de comunicación social y periodismo, algo bien parecido a una fábrica de escritores.

 

Hay quienes dicen, como mi viejo amigo, que el escritor nace. Y tienen razón. Los genios de la escritura y de las demás artes nacen con su respectivo don. Cada siglo aparece algún Dickens, algún Miguel Ángel, algún Mozart, algún Gaudí.

 

Después de los genios están los artistas que tienen talento y con el pequeño empujón de un maestro pueden llegar también al gran Parnaso. Y después, los obstinados, que no son genios ni tienen tanto talento como quisieran, pero tras unos cuantos fracasos y la constancia personal y de sus maestros llegan a trascender.

 

A decir verdad, estos últimos abundan. Y a veces, incluso, les suena muy bien la flauta.

 

Por mi parte, estoy convencido de que sí se puede enseñar a escribir. Durante años fui profesor de redacción periodística en varias facultades de comunicación. Algunos de mis alumnos son hoy editores, cronistas, libretistas de TV, guionistas de cine, novelistas, compositores, redactores publicitarios o correctores.

 

No pretendo que su éxito se deba exclusivamente a mi trabajo, pero estoy convencido de que aporté mi granito de arena en más de un caso.

 

Hace cincuenta años no existía más que la incipiente escuela de prensa de la Javeriana. Luego vino la explosión de facultades de comunicación y programas universitarios de periodismo, que hoy llegan a cincuenta en el país. En años recientes se creó la carrera de Creación Literaria de la Universidad Central y también la maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional.

 

Además, existen escuelas de escritores en RCN y Caracol, así como numerosos talleres patrocinados por las secretarías de cultura en los que se dan pautas para elaborar relatos y crónicas urbanas. El auge de los concursos de cuento ha contribuido al surgimiento de más y más iniciativas de formación de escritores en bibliotecas, centros culturales y parroquias.

 

Que se puede enseñar a escribir, se puede. Hay normas básicas que dicta la gramática. Eso se enseña y se aprende. También hay técnicas, expuestas por Aristóteles en la Poética y por los maestros contemporáneos en sus manuales, guías y cartas.

 

Una verdad de Perogrullo es que “se aprende a escribir leyendo” y otra, que “se aprende a escribir escribiendo”. Creo en las dos. Lo que hace la escuela es centrar al alumno en las lecturas que más lo puedan enriquecer y estimular su ímpetu creativo para que saque lo mejor de sí.

 

Se puede enseñar a hacer frases cortas, a escribir los adjetivos después de los sustantivos, a ser mesurado en las descripciones, a crear suspenso, a dosificar las sorpresas, a descubrir un hilo conductor, a llevar un ritmo, a incluir un antagonista, a crear imágenes, a llegar al punto de giro antes de que el lector se aburra.

 

Con esas herramientas cada quien cuenta su cuento. Cada quien tiene esa historia que solo él conoce. Por lo demás, la diferencia entre periodismo y ficción está tan bien marcada que no hace falta reforzarla, aunque resulta excitante descubrir, con Barthes, que “toda realidad es ficción y toda ficción es realidad”.

Opina, Comenta

Openx inferior flotante [28](728x90)

Openx entre contenido [29](728x110)

Openx entre contenido [72](300x250)