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Actualizado hace 16 hours | ISSN: 2805-6396

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ETC / Verbo y gracia


Escribicionista

13 de Marzo de 2015

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Fernando Ávila

feravila@cable.net.com

 

 

Pregunta: Vi en internet a alguien que dijo escribicionista. ¿Es de aceptación ese término en lugar de escritor o escribidor?, Marcial Bedoya Solarte.

 

Respuesta: Se llama escribidor a un mal escritor, y escritor, a un buen escritor. En La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, el escribidor no hace novelas dignas de un premio Nobel, sino libretos de radio, que a la larga terminan mezclando caóticamente las historias de unas radionovelas con otras.

 

Como escribicionista no aparece en el diccionario, pues es invento de algún creativo publicitario, me aventuro a interpretar que es la combinación de escritor y exhibicionista, lo que llevaría a pensar que tal oficio consiste en escribir textos que pueden ser exhibidos abiertamente, y que causen impacto.

 

Otros artistas que aparecen en la misma lista del escribicionista son el palabarista, de palabra y malabarista, excelente denominación para quienes hacen malabares con las palabras o juegos léxicos, como poetas y publicistas, y el textratega, de texto yestratega, o sea, estratega del texto, o redactor de textos estratégicos. También aparecen en la lista el conceptista de piano, elideísta impresionista y el guionero solitario.

 

Estos creativos nombres me recuerdan los que usan los integrantes del grupo argentino humorístico Les Luthiers, para referirse a sus instrumentos musicales, la mandocleta (mandolina + bicicleta), el bolarmonio (bolas + armonio), el tamburete (tambor + taburete) y así hasta cerca de medio centenar de remoquetes de parodia para sus inventos orquestales.

 

Yo ideé con poco éxito la palabra dequefobia, que me parecía más convincente que queísmo, para llamar el ‘miedo al de que’.

 

Los escritores suelen inventar palabras. García Márquez incluyó dos en su obra, tarabiscoteado y amorines. Cortázar, varias en la suya,  «Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía», y Jorge Rojas escribió su Arrurrullo con solo palabras inventadas, «Arrullarama, hembrela bracinturna, / besabio aunsarable, my musilga, / clavicardia, suaviña in dulcitura».

 

¡Las cosas que hacen los escribicionistas!

 

Mico

Pregunta: He buscado mico en el Diccionario de la lengua española, con el sentido de ‘trampa legislativa’, o algo así, y no lo encuentro. ¿Hay algún diccionario que registre ese uso?, M. P. R.

 

Respuesta: el Diccionario de americanismos, 2010, de la Asociación de Academias de la Lengua Española, dice que mico en Colombia, en el lenguaje popular del Derecho, es ‘texto o disposición que se incorpora en una ley durante el proceso de estudio y aprobación, que generalmente no tiene relación con la misma y pretende favorecer a alguien o algo, de manera subrepticia’.

 

Delincuencial

Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre delincuencial y delictivo?, Mercedes Pérez.

 

Respuesta: Delincuencial es lo ‘relativo a la delincuencia’, «política delincuencial», y delictivo, lo ‘relativo al delito’ o lo que ‘implica delito’, «conducta delictiva».

 

Una casa en Bogotá

Estoy leyendo Una casa en Bogotá, la nueva novela de Santiago Gamboa, cuyas aventuras vengo siguiendo desde Un joven feliz llamado Esteban y su continuación, El síndrome de Ulises. En sus páginas se reencuentra uno con el barrio Calderón Tejada, Chapinero, La Merced, Cedritos, el tamal con chocolate, las esmeraldas de Muzo, las zorras, el tranvía…

 

Curiosamente mis lecturas anteriores han sido historias de casas. Héctor Abad Faciolince cuenta en su última novela la historia de La Oculta, una casa en Jericó, Antioquia, y Jorge Franco, la historia del Castillo, la casa de Diego Echavarría Misas, en Medellín, en su última novela, El mundo de afuera.

Las casas no solo están en auge en el mercado inmobiliario, sino también en la literatura nacional.

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