Crítica literaria
Ernesto Cardenal: Premio Cervantes 2012
04 de Junio de 2012
Juan Gustavo Cobo Borda |
“La escritura sobre la escritura sería la poesía misma”, dice el filósofo Emmanuel Levinas. En cierto sentido, lo anterior podría aplicarse a la obra de Ernesto Cardenal, un poeta-sacerdote que ha reescrito desde sus comienzos infinidad de textos. Primero fueron los cronistas de las Indias, las relaciones de los conquistadores que transitaban por territorios inéditos. Más tarde, los epigramas de Catulo y Marcial (1978), actualizándolos dentro del clima de la lucha antisomocista: clandestinidad política e ironía amorosa. Luego sería la Biblia, a través de sus Salmos, los cuales le permitirían volver a increpar un mundo capitalista, de negocios y armas. También encontró un modelo para componer en los Cantares de Ezra Pound en torno a la “usura”.
Luego vendría el espacio de las revistas ilustradas, la televisión, las actrices de cine y los paraísos turísticos, como en su célebre Oración por Marilyn Monroe (1965). Cardenal tampoco dejó de lado la poesía del mundo precolombino, de la cual extrajo valiosas reflexiones, como aquellas que se encuentran en Economía de Tahuantinsuyo, a través de las cuales plasma su visión del socialismo agrícola de los incas: “No conocieron el valor inflatorio del dinero, su moneda era el Sol que brilla para todos, el Sol que es de todos y a todo hace crecer…”
Varios de sus poemas extensos, donde mezcla citas periodísticas y apuntes de viaje, dan testimonio de su trashumancia por el mundo; primero al buscar apoyo para la causa sandinista y contribuir luego, como Ministro de Cultura de Nicaragua, a difundir sus bondades. Sin embargo, los tres tomos de sus memorias dejan un saldo bastante desencantado: la destrucción, por el ejército somocista y los contras financiados por EE UU, de su taller artesanal de pintura y poesía en una isla del lago de Solentiname y la crítica personalizada al presidente Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo por el desvío que habían hecho de los ideales de Sandino.
Quizás por ello no fue sorpresivo su discurso al recibir en Chile, de manos de la presidenta Bachelet, el premio Pablo Neruda en el 2009. Dijo que era el primer premio internacional de importancia que recibía (lo cual era cierto) y que tal vez tampoco podría recibir el dinero del premio, pues el gobierno de Daniel Ortega había bloqueado sus cuentas bancarias en Nicaragua (en lo cual también tenía razón). Le quedaba, en todo caso, la reescritura que aspira a volver a ser poesía: su desmesurado Cántico cósmico (1989) donde recrea a San Juan de la Cruz. Una vida que había transcurrido desde un monasterio trapense en EE UU, donde lo acogió Thomas Merton, hasta la suspensión a divinis en 1985 por la jerarquía eclesiástica, y el regaño en público del papa Pablo VI por su compromiso con la teología de la liberación.
En 1988, con motivo de sus sesenta años, Ernesto Cardenal publicó un largo poema, Quetzalcóatl, donde funde la referencia arqueológica, simbólica, histórica, en torno a ese mito de origen tolteca, compartido en muchas variantes por los pueblos mesoamericanos antes de la llegada de los españoles. Un rey sacerdote, o civilizador, que en Tula impulsó un periodo de paz y justicia y desarrolló las artes. Expulsado, prometió regresar algún día. Era la serpiente con plumas de quetzal, el que se piensa o se inventa a sí mismo, el que desaparece ocho días entre los muertos. El que se opone a los sacrificios humanos y a los imperios militares, como el azteca o el español. El que algún día volverá, pues el trono está solo prestado.
En Tula, a 70 kilómetros del actual Distrito Federal, se dio esa utopía. De libros ilustrados y de edificios como libros de piedra. La larga utopía que ahora Cardenal invoca de nuevo, al citar a José Martí o la teología de la liberación.
Vuelve así Cardenal a sus comienzos. Mirada a lo indígena e inserción de la noticia contemporánea. Traductor de Ezra Pound y William Carlos Williams que desempolva vetustos cronistas e intenta fundir la modernidad coloquial con el arcaísmo aún expresivo.
Opina, Comenta