Curiosidades Y...
Enemigos de la humanidad
31 de Enero de 2014
Antonio Vélez |
Los enemigos naturales, es decir, los debidos a la naturaleza del mundo físico, como rayos y terremotos, en cierta forma son irremediables. Pero los aquí tratados parecen remediables, una falsa ilusión. Hay seis muy destacados: la explosión demográfica, el narcotráfico, la injusticia social, la clase política, las religiones y la naturaleza humana.
Presenciamos la más peligrosa explosión, la demográfica. Somos más de 7.200 millones de humanos, y la mitad vive en condiciones infrahumanas, sin educación, sin recursos, sin capacidad de salir de su situación y, lo peor, con la mayor tasa reproductiva. Pero la clase dirigente no ha entendido que este es el problema principal, de tal modo que si no se resuelve, todo lo que se haga es perdido. Y no se resolverá por decisión muda de los gobernantes.
La oposición a la legalización de las drogas crea un flujo inmenso de dinero hacia las manos más indeseables, las de aquellos sin barreras morales, sin escrúpulos, sin temores, así que son capaces de enfrentarse a las autoridades y a los castigos con el fin de enriquecerse. Arrastran, además, un flujo de armas hacia las manos de los sujetos más peligrosos de la sociedad. Y algo está claro: los métodos represivos han fracasado, así que debemos enfrentar la legalización so pena de que la explosión del crimen y la delincuencia sigan en aumento. Sin embargo, parece que hay muchos poderosos interesados en que esto no se haga.
La pobreza del mundo sigue en aumento, las desigualdades económicas, sociales y culturales no muestran solución, y el problema se agranda al crecer la población. La pobreza trae más delincuencia, más violencia, más desorden. Y sin solución a la vista.
La clase política, la llamada a solucionar los problemas anteriores, es incapaz de cumplir su misión, pues está formada, en buena parte, por ineptos. Y es que a los cargos políticos, por lo regular, no se llega por merecimientos. Para llegar a la cima política no es necesario un alto CI; en cambio, se requiere temeridad, ambición, falta de escrúpulos, osadía, nepotismo y, ante todo, una alta capacidad de ascenso, “trepar” como primate arborícola y apoyarse en parientes o amigos poderosos. Por esto los hijos de los políticos llegan pronto al poder. ¿Cómo llegó George Bush al cargo más alto al que un hombre pueda aspirar? No fue propiamente por su inteligencia deslumbrante.
Las religiones del hombre se caracterizan por la gran disparidad entre sus mandatos y por su oposición a todas las medidas civilizadoras. De allí que en lugar de unir a la humanidad la han separado en diez mil pedazos. Porque unas aceptan el divorcio, otras lo prohíben, unas bendicen la poligamia, otras la consideran un crimen; unas prohíben trabajar los sábados, otras, los domingos; varias prohíben la ingesta de ciertos alimentos de origen animal, pero diferentes, según el libro sagrado que se mire. Hay religiones que exigen que adoremos animales, ratas o monos; otras esconden a sus pedófilos mientras sancionan el matrimonio gay y discriminan a los homosexuales. Algunas se oponen al aborto, a la eutanasia y al control poblacional, pero no sancionan la guerra y la pena de muerte; otras proponen beneficios infinitos en la otra vida por asesinatos en masa de aquellos que no creen en ella. Los fieles se hacen matar por esas “verdades”, y matan a los que no las aceptan, mientras predican el amor al prójimo. Marvin Harris escribe: “Los judíos, los cristianos, los musulmanes, los hindúes, los griegos, los egipcios, los chinos, los romanos... todos fueron a la guerra para satisfacer a sus dioses o para cumplir la voluntad divina”.
Por último, tenemos el mayor de los enemigos: el hombre, o la naturaleza humana. Naturaleza tallada por milenios de evolución, en plena competencia. Por eso el rasgo más distintivo es el egoísmo, y su hermano, el nepotismo. Además, somos despiadados, crueles, rapaces, envidiosos, destructores, corruptos, xenofóbicos, perezosos...
Solución única: esperar la mano invisible, sí, la de Adam Smith, que arreglará todo, por las malas, ya que no fuimos capaces de hacerlo por las buenas.
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