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Actualizado hace 14 hours | ISSN: 2805-6396

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Emilio Lledó y la apología de la filosofía y las humanidades

10 de Junio de 2015

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NICOLÁS PARRA

n.parra24@uniandes.edu.co

 

L a apología de la filosofía y las humanidades es un lugar poco común en el mundo tecnificado en que vivimos. Sin embargo, cuando algunos filósofos o humanistas son galardonados con premios que reconocen su aporte a la cultura, a las artes o a su entereza ética y vital, aparece una nueva defensa que nos recuerda que, más que disciplinas, son formas de vida que nos permiten reconocer lo que nos hace humanos.

 

Emilio Lledó, filósofo, humanista y ensayista andaluciano, recibió, el pasado 20 de marzo, el premio Princesa de Asturias en la categoría Comunicación y Humanidades, un premio de gran prestigio que valora los aportes culturales, científicos y humanísticos considerados patrimonio de la humanidad. Su nombramiento es un nuevo testimonio sobre la necesidad de educar en humanidades a los ciudadanos.

 

Dentro de su  obra, Lledó nos recuerda que la filosofía, a diferencia de lo que pensaban Platón o Montaigne, no se trata de un saber que nos prepara para la muerte, sino de un saber que nos da las herramientas para entender la vida “como sinónimo de esperanza, de futuro, de verdad, como una aventura que nos aleja del miedo a la muerte si la hemos vivido con decencia”(1). En otras palabras, la importancia de la filosofía y de las humanidades radica en que nos exigen vivir la vida en su irreverente contingencia, apartándonos del pensamiento dogmático y asumiendo la incertidumbre no como un estado mental, sino como un impulso vital y existencial. 

 

Fomentar la educación en las humanidades y la filosofía es apostarle a formar ciudadanos que se cuestionen a sí mismos y cuestionen la sociedad de manera responsable: que reconozcan con una humildad sincera que nadie tiene la verdad revelada y que, incluso, su creencia más arraigada puede ser falsa; que no pierdan la capacidad de asombrarse y la curiosidad de ir más allá de los límites de nuestro mundo; unos ciudadanos que, como lo señaló Lledó al recibir el connotado premio, crean “en la importancia de la palabra y la comunicación para construir ese concepto que los seres humanos llaman hoy las Humanidades y que, para los griegos simbolizaban la idea de justicia, de verdad, de solidaridad y filantropía”. Este tipo de apologías parecen ser lugares comunes, y aunque lo sean, son necesarias, pues nos rememoran que la educación en humanidades transforma al individuo para abordar la vida bajo los lineamientos de una cultura de la libertad y la decencia.

 

Muchos de sus alumnos, seguidores y críticos han atestiguado que Emilio Lledó es, ante todo, el filósofo de la decencia: su motivación era educar para transformar a las personas en personas decentes.

 

Educar en la decencia supone entender la génesis de la decencia, aquel concepto aristotélico según el cual las relaciones que tenemos con los demás parten de la relación que tenemos con nosotros mismos. En términos de Lledó: “el principio de las relaciones que tengamos con los demás empieza por la relación que tenemos con nosotros mismos, y para tener una buena relación con la propia mismidad tienes que encontrarte digno de ti mismo, no engreído ni falsificador de tu propia personalidad, tienes que sentirte decente”(2). En este sentido, la decencia es el reflejo de cómo nos concebimos a nosotros mismos cuando reflexionamos sobre la manera en la que tratamos a los demás y nos orientamos en el mundo: un pensamiento abismal, pero absolutamente necesario en países como el nuestro, donde la decencia no solo se ha perdido en la política, sino en la cotidianidad.

 

El premio otorgado a Emilio Lledó y la evocación de sus enseñanzas nos dan la oportunidad para volver a pensar, justificar y defender las humanidades y la filosofía en un mundo en el cual se premia la respuesta frente a la pregunta, la certeza frente a la duda y el egoísmo frente a la decencia. En pocas palabras, defender la educación en humanidades y filosofía es justificar una forma de vida que está en vía de extinción y que intenta, a veces vanamente, pensar la relación con el mundo, con los otros y con uno mismo dentro de un marco de incertidumbre y de decencia buscando la verdad, la belleza y la justicia para darnos cuenta de que son esas búsquedas las que nos hacen humanos.

 

1. Entrevista a Emilio Lledó en el diario El País por Jesús Ruíz Mantilla el 21 de mayo de 2015.

2. Entrevista a Emilio Lledó por Gabriel Arnaiz en Filosofía Hoy.

 

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