Mirada Global
El real modelo económico escandinavo. Parte II
16 de Septiembre de 2015
Daniel Raisbeck |
La eliminación del impuesto sobre la herencia, la reducción drástica del impuesto sobre el patrimonio, el recorte de la burocracia al nivel del gobierno local, el subsidio a la demanda en salud y educación: cada una de estas medidas podría venir de un gobernador de Texas o Nuevo México. En realidad, esta es la lista de logros de Erna Solberg, líder del Partido Conservador (Høyre) de Noruega y Primera Ministra de su país desde el 2013.
Solberg, una política de carrera cuyo apodo es Erna de Hierro, una clara alusión a Margaret Thatcher, también ha reducido la tasa de impuestos corporativos del 28 % al 27 % (en Colombia, la tasa es del 34 %, sin contar el Cree) y facilitado la contratación de empleados por prestación de servicios.
Según la periodista Nina Berglund, la estrategia económica de Solberg es incentivar el emprendimiento y renovar la economía noruega, la cual ha dependido principalmente del petróleo desde la década de los sesenta y, como tal, debe diversificarse con urgencia. Y, al elegir a Solberg, los noruegos demostraron no confiar en el Partido Laborista (Arbeiderpartiet), que gobernó desde el 2005 hasta el 2013, para llevar a cabo las reformas.
La coalición gobernante que lidera Solberg incluye al Partido Liberal (Venstre) y a los Cristianos Demócratas (Kristelig Folkeparti), pero también al Partido del Progreso (Fremskrittspartiet), una agrupación antiinmigrante. Sus políticos abogan por eliminar los subsidios gubernamentales a las mezquitas y cerrar los colegios islámicos que favorecen la introducción de la ley sharia. Se estima que, en Noruega, un país con poco más de cinco millones de habitantes, viven entre 150.000 y 200.000 musulmanes.
Este elemento de la política noruega es algo similar a la de Finlandia, donde el partido Los Finlandeses (Perussuomalaiset) (hasta hace poco los Verdaderos Finlandeses), una aglomeración nacionalista que se opone a la inmigración, se convirtió en la segunda fuerza electoral del país en las elecciones del pasado mes de abril. Pero mientras el Partido del Progreso noruego generalmente apoya el libre comercio, los Verdaderos Finlandeses, liderados por Timo Soini, combinan su conservadurismo social con un férreo antagonismo a la globalización, al librecambio y al desmantelamiento del Estado de bienestar.
La retórica electoral de Los Finlandeses, sin embargo, ha cedido frente a las realidades del gobierno. Soini ha entrado en coalición con el mayoritario Partido Centrista y su líder Juha Sipilä, cuya campaña giró alrededor de su promesa de generar crecimiento económico. Para cumplir su palabra, Sipilä debe reducir las excesivas cargas laborales finlandesas que, según The Economist, han contribuido a crear una recesión que no ha sido superada desde el 2012.
Pero, durante los últimos años, no solo partidos liberales o de centro y centro-derecha han impulsado cambios a favor de la libre empresa en los países nórdicos. En Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt, líder del Partido Socialdemócrata (Socialdemokraterne) y Primera Ministra desde el 2011 hasta el 2015, introdujo legislación para reducir el impuesto corporativo del 25 % al 22 % en cuatro años.
Según el Wall Street Journal, Thorning-Schmidt disminuyó la carga tributaria sobre las empresas para poder competir con rivales cercanos como Suecia (22 %) o Reino Unido (21 %) y, como tal, crear las condiciones para que la empresa privada genere 150.000 nuevos empleos antes del 2020.
En Escandinavia, como era de esperar, las políticas de “menos Estado y más mercado” han generado resistencia y una serie de críticas en contra del llamado “neoliberalismo”, tanto internamente como en el ámbito internacional. El economista francés Thomas Picketty, por ejemplo, ha dicho que el aumento en la desigualdad en los países nórdicos durante la última década es “preocupante” y que, por lo tanto, hay que incrementar los impuestos corporativos y los impuestos sobre las herencias.
Pero los reparos de Picketty y de otros intelectuales de persuasión estatista no han logrado frenar el impulso de la liberalización escandinava. En los países nórdicos, tanto los líderes políticos de diferentes vertientes como una amplia mayoría de votantes han percibido que la desigualdad no es tan importante como la eliminación de la pobreza.
Hoy, el consenso general en Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca es que la mejor manera de combatir la pobreza no es con la redistribución ni la planificación estatal, sino con la generación de riqueza por parte de los emprendedores.
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