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Actualizado hace 10 hours | ISSN: 2805-6396

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Mirada Global


El real modelo económico escandinavo

19 de Agosto de 2015

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Daniel Raisbeck

 

 

Según el cliché latinoamericano acerca de los países escandinavos, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega forman un paraíso socialdemócrata, donde un fuertísimo Estado de bienestar protege a los ciudadanos del malévolo capitalismo anglosajón desde la cuna hasta la tumba.

 

Pero quienes aún propagan este mito han prestado poca atención a las políticas económicas implementadas en Escandinavia durante las últimas décadas. El caso de Suecia es ilustrativo.

 

Como explica Fraser Nelson, editor de la revista británica The Spectator, el “modelo sueco” dejó de ser una especie de “tercera vía” entre el capitalismo y el comunismo al principio de la década de los noventa.

 

En ese entonces el alto endeudamiento público condujo a una devaluación de la corona sueca que, como es usual, perjudicó a los ahorradores, encareció los productos y redujo los salarios en términos reales. Como consecuencia, se desató una revolución silenciosa en contra del Estado excesivo e interventor y a favor del “individualismo radical, de la sanidad fiscal y de la descentralización”.

 

El solo cuestionar la confianza ciega en el Estado produjo “una abundancia de creatividad” a la hora de formular políticas públicas. Como resultado, varios gobiernos suecos les asignaron a compañías privadas la responsabilidad de administrar “hospitales, el metro y hasta colegios”.

 

El giro de la educación pública sueca hacia un modelo de libre mercado es quizá el cambio más sorprendente. Como explica la revista The Economist, desde 1994 cualquier persona que cumpla una serie de requisitos básicos puede abrir un colegio público local. El proveedor no puede rechazar a ningún estudiante ni cobrarle matrícula alguna por su servicio, pero el municipio debe pagarle el equivalente de lo que costaría educar a cada alumno en el sector estatal.

 

Ya que el proveedor puede lucrarse si su servicio es eficiente, han surgido varias cadenas de “colegios libres” con múltiples sucursales. Hoy, estos educan al 20 % de los estudiantes suecos que terminan su educación secundaria. Más importante aún, los padres son libres de escoger entre varios tipos de colegios públicos así desconfíen de la educación puramente estatal.

 

El caso de las finanzas públicas en Suecia también contradice el mito de la Escandinavia incuestionablemente socialdemócrata. Anders Borg, ministro de Finanzas desde el 2006 hasta el 2014, reaccionó a la crisis financiera global del 2008 al recortar dádivas estatales e impuestos, incluyendo los impuestos sobre la propiedad y la herencia, para atraer a inversionistas exiliados. Entre ellos regresó a Suecia Ingvar Kamprad, fundador de Ikea.

 

Las medidas de Borg, escribe Nelson, se implementaron en contra de las directrices de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional y de otras instituciones que consideraban que Suecia debía incrementar el gasto público para “estimular” la economía.

Borg decidió que estas políticas endeudarían al país y dejarían a su economía tan estancada como en los años ochenta, cuando Suecia sufría bajo una “esclerosis económica” causada por impuestos excesivamente altos y la inmensa carga regulatoria.

 

Gracias a las políticas de Borg, Suecia fue la economía con mayor crecimiento en Europa en el 2011, año en que el país presentó un superávit presupuestario. Según el Washington Post, Suecia fue la “estrella de rock” de la recuperación económica global.   

 

Los demás países escandinavos han sido tan activos como Suecia a la hora de limitar el control estatal y fomentar el libre mercado. En el Índice de Libertad Económica, publicado por el Instituto Cato de Washington, Finlandia es la décima economía más libre del mundo, mientras que Dinamarca y Noruega ocupan los puestos 19 y 30 entre 152 países. Suecia, por su parte, está en el trigésimo segundo lugar. Colombia, mientras tanto, ocupa el puesto número 104.

 

Las naciones escandinavas también les han permitido a sus emprendedores generar riqueza con impuestos corporativos relativamente bajos. En Dinamarca, las empresas le pagan al Estado el 26 % del total de sus ganancias comerciales. Aunque Suecia tiene la tasa impositiva sobre las empresas más alta de Escandinavia, con un 49,4 %, esta palidece frente a la colombiana, la cual es del 75,4 %, según el Banco Mundial.

 

Hoy, el “modelo escandinavo” no consiste del mítico gobierno omnipresente y benefactor, sino de un Estado limitado, de impuestos moderados y, en ciertos casos, de una competencia muy cercana al libre mercado en la educación pública.  

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