Al Margen
El partido anti-Power Point
25 de Julio de 2011
No es solo por las cadenas de correos electrónicos que traen adjuntos archivos de contenido motivacional o religioso, ilustrado con imágenes de gente que corre feliz por las praderas cual Familia Ingalls, de colibríes que aletean presurosos picando flores o de cascadas y riachuelos que pretenden infundir paz y tranquilidad.
No es solo por los mensajes del tipo: “apunta a la luna, aun si fallas, volarás entre las estrellas”, escritos generalmente en Comic Sans y musicalizados por el piano de Richard Cleyderman, el violín de André Rieu o la artificiosa voz de Enya.
El problema del Power Point es mucho más complejo, y de más alto nivel. No es patrimonio exclusivo de los mercaderes de la actitud positiva. También lo es de los líderes del pensamiento “estratégico”, de la “sinergia”, del “apalancamiento”. De los genios de la “misión” y la “visión”. Y de expertos que gastan más tiempo escogiendo viñetas, que construyendo argumentos.
Está incrustado en el computador de la secretaria, en “la laptop” del gerente, en la sala de juntas, en el salón de conferencias, en el aula de clases. Vive y se reproduce en oficinas públicas y privadas. Es un asunto de salud mental. O, si se quiere, de salud pública.
“Power Point nos hace estúpidos”. A esa conclusión, simple, contundente, llegó el año pasado un general estadounidense, tras una incomprensible exposición sobre el futuro militar de las tropas yanquis en Afganistán, presentada en ese programa. Y hace siete años, en Colombia, el columnista Carlos Caballero Argáez mandó “al diablo” al Power Point, porque acabar con la escritura de las conferencias y de los documentos que se presentan en público.
Si tal es el descontento que genera esta herramienta, ¿por qué no crear un movimiento social y político que “ponga el dedo en la llaga”, que “prenda el ventilador”, que “destape la olla podrida” del Power Point?
Pues ya lo hicieron. En Suiza, paradigma del chocolate, los relojes, el sistema bancario y la democracia directa, acaba de nacer el primer partido anti-Power Point del mundo. Su presidente, Matthias Poehm, experto orador y autor del libro La falacia del Power Point, aspira a convertirlo en la cuarta fuerza política del país y a proyectarlo internacionalmente.
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“No queremos abolir el Power Point, solo queremos que la gente hable de ello”, se explica en la página web del partido. La idea, afirman los adeptos, es llamar la atención de los medios de comunicación del mundo, para que la gente pueda tener una “mejor experiencia” en conferencias, discursos y presentaciones.
“Queremos que el número de presentaciones aburridas en Power Point disminuya, y que se vuelvan más emocionantes e interesantes”, afirman. De hecho, la crítica más fuerte contra este programa radica en lo insípidas que resultan ser las presentaciones basadas en él, pues muchos expositores se limitan, simplemente, a repetir lo que proyectan.
Eso, además de que, en algunas empresas e instituciones, el uso del Power Point es una obligación. “En el futuro, la gente que quiera renunciar al Power Point en empresas, congresos, universidades, escuelas no debería tener que justificarse más. No queremos abolir el Power Point, sino el constreñimiento del Power Point”, insisten los “antipowerpointistas”.
Caballero Argáez nos lo advirtió hace rato: “Si a alguien se le ocurre no usar la ayuda audiovisual, pasa por incompetente, sin importar si lo que dice es novedoso o sensato”.
Así que si usted, como el columnista, también quiere mandar al diablo al Power Point, afíliese al nuevo partido. La militancia es internacional y totalmente gratuita.
(Fuentes: anti-powerpoint-party.com, elpais.com y eltiempo.com)
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