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Actualizado hace 2 hours | ISSN: 2805-6396

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Crítica Literaria


El mito del rey filósofo

06 de Enero de 2015

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Juan Gustavo Cobo Borda

 

 

 

Juan Gustavo Cobo Borda

 

 

Danilo Cruz Vélez (1920-2008) unió tres figuras en torno a El mito del rey filósofo (1989). Estas son Platón, Marx y Heidegger. Curiosa trilogía para reflexionar, con gran rigor filológico y filosófico y en impecable español, sobre la relación entre el pensador y el Estado. Sobre la vida contemplativa y la vida activa. Sobre las utopías imaginadas para hacer real en la tierra la sociedad ideal. Casi siempre ellas desembocan en dolorosos fracasos.

 

Platón viaja tres veces a Siracusa, donde dos tiranos, padre e hijo, recaban su consejo. Así concluye su aventura: expulsado o preso en palacio, Platón podrá escribir en La República “Mientras los filósofos no lleguen a ser reyes en los Estados y mientras los que ahora se llaman reyes o soberanos no filosofen genuina o adecuadamente, y mientras no se unan en una misma persona el poder político y la filosofía, y mientras no se les cierre el paso con violencia a quienes se consagran exclusivamente a lo uno o a lo otro, no habrá fin para los males de los Estados ni para los del género humano, y el Estado que hemos exhibido en palabras nunca llegará a existir realmente, hasta donde ello es posible, ni jamás verá la luz del sol” (p. 110). Fundará así la Academia, para formar filósofos que puedan ser también buenos gobernantes.

 

La ambivalencia de toda la vida de Platón, subrayada varias veces por Cruz Vélez, sus orígenes aristocráticos, la figura clave de Sócrates, condenado a muerte, y su interés en ser útil a los atenienses luchando por la ley y la justicia, que en su opinión habían dejado de ser en Atenas la base del Estado: la ley no se cumple y la justicia se halla corrompida. Tal el dilema y tal la respuesta de Platón, entregándose a esa tarea. La teoría se torna praxis. Ya no piensa: solo actúa. Y la frase de Kant, en 1796, nos advierte con claridad sobre estos dilemas:

 

“No hay que esperar ni siquiera desear que los reyes se hagan filósofos, ni que los filósofos se conviertan en reyes, porque la posesión del poder echa a perder inevitablemente el recto uso de la razón” (p. 137). Pero el vértigo que produce el caos de la polis no cesa de suscitar respuestas. Otra de ellas sería la de Karl Marx. Parte de Hegel, o más bien contra Hegel, e intenta conciliar las ideas con la realidad. Superar la “melodía pétrea” de Hegel y “buscar la Idea en lo real mismo”. Pero en un mundo donde la lógica propone como en Hegel una filosofía total, que ya solo se piensa a sí misma, estéril y contradictoria. Es un mundo roto con una filosofía también rota, que carece de la universalidad objetiva de la auténtica filosofía. Apenas “formas subjetivas de la conciencia individual”. Marx opone al idealismo absoluto de Hegel la praxis.

 

“La crítica compara la realidad con la idea”. En esa distancia desmitificadora, la filosofía se transforma en arma. Por ello mientras Platón busca construir un Estado, Marx lo que intenta es destruir el Estado. Donde si acaso una dictadura del proletariado sería la transición hacia una sociedad sin clases. En la cual la injusticia de la explotación y la alienación darían un vuelco para ofrecer “De cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades”. El idealismo se trueca en razón práctica. La filosofía que, hasta ahora, interpreta el mundo, debe transformarlo. Así, un corresponsal americano “en el aniversario de la Revolución, en noviembre de 1933, contó en los escaparates de la calle Gorki 103 bustos y retratos de Stalin, 58 de Lenin y 5 de Marx” (Eugen Lyons, Moscow carrousel).

 

Finalmente, en 1933, Heidegger es nombrado rector de la Universidad de Friburgo, la universidad alemana a la cual llega Cruz Vélez en 1951, donde pasará siete años. Allí Heidegger recuperará su cátedra, de la cual había sido suspendido por sus simpatías y manifestaciones públicas en pro del nazismo y el Fuhrer, como alma, eje y espíritu no solo de la universidad, sino de toda la nación alemana. Su primer curso será sobre ¿qué significa pensar?, pero Cruz Vélez recolectará en aquel entonces los documentos que demuestran su adhesión al partido, y testimonios y discursos que lo corroboran. Con ello vuelve a plantearse el dilema platónico acerca de la participación del intelectual en la política. La polis, las diferentes formas de gobierno, la justicia, el derecho natural y el derecho positivo, las clases sociales, la educación pública son temas que se han hecho presentes en este recorrido filosófico. Y ante todo, el del lenguaje mismo, en el cual Heidegger era un virtuoso, al analizar ya sea a los poetas como Hölderlin o a los filósofos, como Platón mismo o Nietzsche. Pero como lo señalaría Karl Jaspers en su libro póstumo sobre Heidegger, este acogería en sus textos las consignas con que el nazismo infiltraría el idioma alemán haciéndolo “patético e indeterminado”, llevándolo a hablar de “sangre y suelo” y a convertir a Heidegger en alguien “deslumbrado por las realidades del poder o presa de la histeria de masas” (p. 248). Un libro tan bien escrito, y tan bien pensado y documentado, bien vale la pena reeditarse.

 

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