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Actualizado hace 12 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnistas


El desplome del precio del petróleo

25 de Marzo de 2015

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Hernán Avendaño Cruz

Director de Estudios Económicos Fasecolda

 

El precio del petróleo es una variable estratégica para la economía mundial. A raíz de su desplome desde niveles de US$ 110 por barril a menos de US$ 50 se viene generando una compleja cadena de efectos globales, de los cuales Colombia no ha escapado.

 

La caída del precio internacional se precipitó por la simultánea confluencia de tres factores que generaron un excedente superior al millón de barriles por día (b/d): aumento de la oferta, reducción de la demanda y el juego de intereses geopolíticos.

 

La oferta creció en esencia por el desarrollo de la producción de hidrocarburos no convencionales en EE UU. La producción que había bajado hasta menos de cuatro millones b/d ha repuntado a niveles que ya superan los nueve millones y se acercan a su máximo histórico de diez millones.

 

A ello hay que sumar la recuperación de la producción de petróleo de Libia. A raíz del conflicto interno originado con el derrocamiento de Muammar Gaddafi en el 2011, la producción cayó de 1,6 millones b/d a 200.000; pero durante el segundo semestre del 2014 se inició la recuperación hasta bordear el millón b/d, justo en el periodo en que empezó la caída del precio internacional. No obstante, está en duda la permanencia de esta mayor oferta, por la reciente agudización de la lucha interna por el poder.

 

Por el lado de la demanda, el principal impacto proviene de la desaceleración de las economías emergentes, especialmente de China, que ahora crece a niveles del 7 % anual después de crecer a ritmos del 10 % en las últimas décadas. A esto se suma la menor demanda de importaciones de EE UU; estas bajaron desde 13,5 millones b/d en el 2005 hasta 9,4 millones en el presente año, por la sustitución con la producción doméstica.

 

La geopolítica es otro componente importante de la coyuntura petrolera. En la práctica hoy el mundo está enfrentando una “guerra del petróleo” en la que los líderes visibles de cada bando son Arabia Saudita y EE UU.

 

Arabia Saudita mantiene la férrea posición de no recortar la producción de los países de la OPEP por varias razones. En primer lugar porque busca que el precio se reduzca al punto de que no sea rentable la producción de hidrocarburos no convencionales. Pareciera que este propósito lo está logrando parcialmente. La información de la firma Baker Hughes indica que el número de plataformas petroleras activas en el mundo se redujo en 684 entre septiembre del 2014 y febrero del 2015; el 84,4 % de ellas las aporta EE UU. No obstante, la producción norteamericana aún sigue creciendo.

 

En segundo lugar porque no está dispuesta a asumir el costo de ser el swing producer, en el que sus sacrificios en reducción de la oferta permiten a los demás productores aumentar su participación de mercado.

 

En el caso de EE UU es vital posicionarse como el primer productor mundial de petróleo y gas y reducir la importancia estratégica del Medio Oriente. El presidente Obama lo expresó con fuerza en su discurso sobre el estado de la nación el pasado 20 de enero: “Somos más libres de las garras del petróleo extranjero de lo que hemos sido en casi 30 años… Confiamos en nuestra capacidad de reducir nuestra dependencia del petróleo extranjero y proteger nuestro planeta”.

 

Al interior de la OPEP se está gestando una creciente división, pues países como Nigeria, Irán y Venezuela no comparten la decisión de no recortar la oferta para frenar la caída de los precios. Además, Irán y Libia están en problemas económicos que los pueden forzar a disentir del cartel.

 

Otro componente geopolítico de interés es el debilitamiento de Rusia. Este país tiene una alta dependencia del petróleo por lo que la caída de ingresos por exportaciones se suma a los efectos de las sanciones que le impusieron EE UU y la Unión Europea por el conflicto de Ucrania.

 

Una manifestación clara de la forma en que el desplome del precio está afectando la economía rusa es la drástica decisión de aumentar en 10,5 puntos la tasa de intervención del banco central para frenar la fuerte apreciación del rublo. Otra es la entrada de la economía en recesión; el FMI bajó recientemente las proyecciones de crecimiento de la economía rusa en el 2015 de un crecimiento de 0,5 % a una contracción de -3,0 %.

 

Es posible que el cierre de plataformas y la reducción de los presupuestos de inversión en exploración repercutan en una menor oferta, y que la esperada reactivación de la economía europea revitalice la demanda. Pero es evidente que las implicaciones geoestratégicas son las que tienen una mayor preponderancia en la actual coyuntura, lo que hace difícil una previsión sobre el tiempo que se mantendrán bajos los precios del hidrocarburo.

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